A los castellano-manchegos no les gusta su presidenta ni su Gobierno ni su oposición. Ésa es la primera conclusión clara, contundente y demoledora que arrojan los datos del barómetro regional que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizó en septiembre de 2012 y ha dado a conocer ahora.
Como al resto de los españoles, el paro, la crisis económica y los políticos son los principales problemas que ven en la Castilla-La Mancha actual, con una creciente y ya muy significativa preocupación por la marcha de la sanidad y la educación públicas.
Muchos de los que lean esto pensarán que lo que ha hecho el CIS es pasar a limpio y en forma de datos estadísticos lo que más o menos se puede oír en cualquier conversación, cualquier día, cualquier lugar o ambiente de la región. Cualquier charla en la que no participe un político, porque a ellos normalmente se les miente. Se sabe que tienen mal perder y la gente no quiere problemas, sabe que es más útil darles la razón o hacerles la pelota que ser sincero si eso implica llevar la contraria.
En fin, el caso es que ha dicho el CIS que la mayoría de los castellano-manchegos piensa que su Gobierno regional no tiene capacidad para defender los intereses de la Comunidad Autónoma, no confían en su honradez, más de la mitad cuestiona su capacidad de diálogo y de comunicarse con la gente y casi el 60 por 100 no cree que sean eficaces en su tarea. ¿Les suena?
Insisto, no hay que juntar a unos cuantos antisistemas para escuchar comentarios parecidos en cualquier relajada conversación de amigos, compañeros o conocidos. Pero ahora el CIS lo ha puesto blanco sobre negro y ha sacado los colores a todos.
De ésta no se libra nadie. Si son una abrumadora mayoría los que piensan que el Gobierno lo hace regular, mal o muy mal, los que dicen lo mismo de la oposición son todavía más.
Y, de nuevo, no habría que buscar encuentros de antisistemas o ultraliberales para que un grupo de compañeros, amigos o conocidos converse sobre a qué se dedica la oposición o se preguntan a qué espera el PSOE para renovarse. Una buena parte de los males de los socialistas castellano-manchegos les vienen dados por lo bajo que cotiza su marca con Alfredo Pérez Rubalcaba a la cabeza. Pero otra parte les viene del recuerdo todavía caliente de su herencia en CLM, sobre la que no se hecho autocrítica ni renovación.
Es decir, que para que Emiliano García-Page coseche el desencanto gubernamental no tiene más remedio que hacer practicar aquí la renovación de caras que pide, con razón, en España.
La presidenta, María Dolores de Cospedal, tampoco sale bien parada de la encuesta. Sus paisanos y electores la consideran una persona experimentada e inteligente, pero no la mayoría confía poco o nada en su eficacia, prudencia, simpatía y honradez.
Los datos son tan malos para todos que seguro que los partidos se consuelan señalando las debilidades ajenas antes que analizando y corrigiendo las propias. Es fácil encontrar excusas en el contrario y en la situación y aliviar con el mal ajeno el repaso que les dan sus vecinos con las respuestas a la preguntas formuladas por el CIS.
Claro que los políticos no lo tienen fácil. Pero es que fácil no hay nada para nadie en estos momentos. Y, son los políticos los que se meten en nuestras casas cada campaña electoral pidiéndonos confianza y voto y prometiendo soluciones. Gobiernan con votos prestados, no con cheques en blanco y eso obliga a una cercanía con sus electores que no es la que se le pide a nadie en el trabajo. A los demás nos basta con ser eficaces. A ellos no, pero es que en el origen de su poder está la clave y no deberían olvidarse nunca de que son dependientes de la confianza ajenas, que se les da para que solucionen problemas y que cuando no lo hacen en tiempo informa se les retira. Sin más. Ése es el juego.
Igual que después de 40 años en una empresa uno se queda en la calle porque se ha acabado el negocio. O igual que un empresario lo pierde todo después de una vida de sacrificio porque la crisis es así.
La autocomplacencia es humana y la tendencia a buscar las explicaciones más cómodas, también; pero la falta de autocrítica, si es el camino que sigue tomando la clase política, solo empeorará las cosas en la próxima encuesta. Países tan desarrollados como el nuestro nos ilustran con ejemplos de lo que puede estar a la vuelta de la esquina: de Grecia a Gran Bretaña pasando por Italia o Francia.
Así que, por favor, cuando se pregunten ¿de quién es la culpa?… No se contesten aquello de: La culpa, por supuesto, es de la prensa.