El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, ha sorprendido al Gobierno, a buena parte de sus seguidores y a otros partidos con un discurso muy duro contra el líder de la ultraderecha, Santiago Abascal. «Hasta aquí hemos llegado» le dijo, durante su intervención en la inútil y extravagante moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez. Ahora, tras mostrarse como el representante de una derecha moderada y a la altura del siglo XXI, Casado debe traducir sus palabras en hechos y demostrar que no han sido solo palabras para contentar a su parroquia sino una rectificación sincera en la política de enfrentamiento continuo, crispación y derechización en la que había metido a su partido. Hay que esperar.
Quince horas de debate de la quinta moción de censura presentada en toda la democracia han servido para que quede claro algo que ya se sabía: que iba a fracasar, porque sólo la apoyarían los 52 diputados de Vox, como ha ocurrido -no ha habido ningún otro voto a favor y ninguna abstención-, y que el discurso de Santiago Abascal y el de su candidato en las próximas elecciones en Cataluña -el diputado Ignacio Garriga, que defendió la moción- están alejados de la realidad porque son xenófobos, niegan la violencia de género que ha causado más de 1.000 víctimas mortales desde 2003, van contra Europa y quieren destruir el Estado de las Autonomías, entre otras cosas.
Decir falsedades en el Congreso sale gratis
Lo malo de las falsedades que alguien dice desde la tribuna del Congreso es que hay ciudadanos que se las creen, porque no tienen medios, tiempo o ganas para comprobar si lo que han escuchado es verdad o no. Y, como sus señorías gozan de la inviolabilidad que les concede la Constitución por lo que dicen mientras ejercen su función -y debe ser así, claro que sí-, pueden mentir, dar datos falsos o hacer acusaciones sin fundamento y les sale gratis. Nadie puede actuar contra ellos por lo que digan en los debates parlamentarios.
La moción de censura de Vox también ha servido para ver a un Pablo Casado que, a juzgar por lo que dijo, ha decidido bajar del monte al que se había echado y actuar como líder de un partido de derecha moderada y con sentido de Estado, que es lo que se necesita en una democracia. Ha sido su discurso más aplaudido porque, sin duda, estaba bien construido y ha estado a la altura de lo que se espera en un debate parlamentario y no la bronca y la crispación que caracterizan las sesiones de control al Gobierno de cada miércoles en el Congreso desde hace tiempo. Hasta Pablo Iglesias le dijo que era un discurso «brillante, aunque llega tarde».
Pero ahora llega la hora de la verdad para Pablo Casado. Tiene que demostrar con hechos que no va continuar derechizando a su partido y mirando de reojo a Vox, como ha hecho desde hace tiempo, por temor a que Santiago Abascal le quite más votos; y debe sentarse a negociar con el Gobierno, para resolver los problemas en beneficio de la ciudadanía, sin imponer condiciones previas ni líneas rojas como también venía haciendo.
Tras la presentación pública de este nuevo Pablo Casado surgen muchas preguntas: ¿qué hará su partido en las comunidades autónomas de Madrid, Andalucía y Murcia, donde gobierna gracias al apoyo de Vox?; la sorprendente y siempre polémica presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que fue una apuesta personal de Casado para ese cargo, ¿va a aplicar la política de moderación que ahora anuncia su líder o continuará con los habituales enfrentamientos, disparates y excentricidades con los que un día sí y otro también sorprende a los madrileños?
La hora de sentarse a negociar sin condiciones previas
Y hay más preguntas: ¿dejará de bloquear Pablo Casado la renovación del Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces cuyo mandato concluyó hace dos años pero que no ha sido aún renovado porque el PP impone condiciones para negociar?; ¿querrá debatir los Presupuestos Generales del Estado de manera constructiva, planteando las enmiendas que considere necesarias pero mirando al interés general?; ¿dejará de actuar en Europa contra los intereses de España, como ha hecho en varias ocasiones por interés para él y su partido?
Hay que recordar que no es la primera vez que Pablo Casado deja el camino de la derechización y enfila el que le corresponde al PP de ser una derecha moderada y moderna, como partido que aspira a gobernar España. Tras ser elegido presidente de su partido en julio de 2018, el presidente de los populares, ante el avance de Vox que le quitó muchos votos y escaños en las siguientes elecciones, emprendió un camino hacia una posición de derecha más extrema en la que sus críticas al feminismo, la inmigración, Cataluña y los partidos independentistas, entre otras, se parecían bastante a las de Vox. Después rectificó ante la presión de algunos dirigentes territoriales del partido -sin reconocer públicamente que rectificaba, claro-, y por sus malos resultados en las elecciones, pero hace meses que volvió al mismo camino, siempre por miedo al avance de Vox.
Ahora debe demostrar con hechos que sus palabras en el Congreso de los Diputados no han sido solo palabras, que va a hacer del PP el partido de derecha moderada que la mayoría de su electorado quiere y que sustituirá el enfrentamiento, la crispación y la bronca por el diálogo, la búsqueda de las mejores soluciones a los problemas y el consenso. Tiene mucho trabajo por delante. Por eso, de momento, hay que esperar para ver si lo hace.