La de Eva es una de las 500 familias de Castilla-La Mancha que tienen en su casa a menores en acogimiento, una experiencia para la que solo tiene palabras positivas y de la que resaltaba el beneficio que representa para los menores.
Recientemente la Consejería de Sanidad y Asuntos Sociales ha hecho un llamamiento para que nuevas familias se incorporen a este programa. En la región, hoy en día, un total de 606 menores residen con 478 familias, mientras que otros 600 lo hacen en hogares o centros, de estos últimos un centenar son susceptibles de ser acogidos. Desde la localidad albaceteña de Chinchilla, Eva Atienza se suma a este llamamiento: «Que la gente no tenga miedo porque estos niños te dan mucha alegría y tienes la oportunidad de hacer una gran labor».
Cuenta que empezó a plantearse esta posibilidad tras, durante tres meses, cuidar de la hija de su hermana mientras estaba ingresada en el hospital. «Es una niña adoptada procedente de China; acababa de llegar a España cuando me tuve que ocupar de ella. Una vez que se fue de mi casa dejó un vacío tan grande que me llevó a pensar en el acogimiento».
El 6 de febrero de 2012 recibió al primer niño, un bebé que estaba a las puertas de la adopción y que se marchó en noviembre. Explica que aquellos que acaban de nacer se quedan en casas de acogida entre dos y tres meses hasta que son llevados con sus familias de adopción. Si hay algún problema y necesitan de atenciones médicas, este tiempo se puede alargar hasta un año.
Un mes después, un 23 de diciembre, le llevaron al segundo menor, también un bebé que ahora tiene cinco meses y que sigue con ella. Aunque no sabe cuándo, el siguiente paso será que acabe con su familia de adopción. Según dice, «se sabe cuándo llegan los niños pero nunca cuando se tienen que marchar». Incluso existen casos en los que permanecen hasta los 18 años y entonces eligen si quieren continuar con la familia de acogida o bien buscar a su familia biológica.
Actualmente Eva -con el apoyo siempre de su marido Gabriel y de sus dos hijos de 24 y 21 años- también cuida de dos hermanos de cuatro y siete años que están en período de adaptación. «Los veo dos horas los lunes y los miércoles y los fines de semana están mi casa». Es el paso previo hasta que terminen el colegio y puedan estar con ella a diario. Por delante tiene la complicada pero también bonita tarea de hacer que se sientan como en casa y que reciban mucho cariño. Eva reconoce que se le dan muy bien los niños y que, aunque no están juntos todos los días, ve cómo está haciendo grandes avances con ellos; incluso «los domingos no quieren volver al centro; para ellos mi casa ya es su casa».
Sabe que los dos hermanos volverán con su familia biológica, es el procedimiento habitual pues siempre se prioriza que los menores puedan regresar con sus padres. Afirma que la marcha siempre es dura, «da mucha pena», «pero también supone mucha alegría porque los has sacado adelante y ves que se van felices».
En cuanto a los requisitos para ser una familia de acogimiento, para ella el principal es «dar mucho cariño». Añade que es necesario contar con ingresos, pero «lo que más necesitan es que les quieran», algo en lo que están muy involucrados tanto ella como su marido y sus dos hijos, otro de los factores que resaltaba.
A Eva, de 46 años, acoger a estos menores le ha supuesto un gran cambio en su vida. «Antes siempre estaba en casa sola; mis hijos se iban a estudiar y mi marido a trabajar. Ahora esto me ha aportado mucha alegría y vida», una experiencia de la que sabe disfrutar. Afirma con mucho orgullo que «en Albacete soy muy conocida por los trabajadores de Asuntos Sociales porque tengo muy buena mano con los niños».
La familia de Eva no está sola en esta labor. Tras los cursos y charlas que han recibido, siempre tienen la ayuda de un equipo de Mensajeros de la Paz. «En ese sentido, estamos muy tranquilos porque nos sentimos arropados».