«Hoy, 31 de mayo, los castellanomanchegos celebramos el día de nuestra patria, el día de nuestra región, de nuestra Comunidad, de nuestra Autonomía. Es un día de celebración por Castilla-La Mancha. Y por, en este caso, significa a favor de Castilla-La Mancha; pero también a través de Castilla-La Mancha, de su espacio y de su tiempo, pues es este un momento adecuado para hacer un recorrido sentimental por la geografía de la región y por el tiempo transcurrido desde que somos Comunidad Autónoma hasta el presente.
Pero en la expresión por Castilla-La Mancha, está presente también el signo de la multiplicación, puesto que, durante este tiempo, Castilla-La Mancha, ha nacido, ha crecido y se ha multiplicado en calidad de vida, aunque la crisis y otras actuaciones controvertidas nos nublen un poco los ojos de la historia.
Sigo creyendo hoy también en mi tierra y afirmo que no somos lo mismo de siempre, somos más y mejor que nunca y debemos comprometernos para ganar el futuro y mejorarlo. No creo en las exclusiones y me enervan las demagogias y los discursos tópicos y de madera.
Creo que sobre la base de nuestra tendencia natural de quijotes y castellanomamchegos de raíz, casi instintiva, a la solidaridad, hemos edificado una sociedad de acogida, donde la diversidad suma, y nadie resta, porque nadie sobra. Solo sobra quien voluntariamente se excluye.
Me parece que hoy, en tiempos convulsos, merece la pena que reparemos en la facilidad con que hemos logrado conciliar pasado y presente, historia y leyenda, y cómo, con todos esos materiales, hemos conformado la estructura sobre la que se sustenta la construcción de un porvenir. Creo en las palabras pero más en los hechos.
Castilla-La Mancha no es un territorio de ficción, sino de realidades que hacen dignas a todas las personas por igual. Siempre hemos estado donde estamos, pero ahora, más que nunca, tenemos conciencia de la importancia de ese emplazamiento. Es frecuente que los sitios que tienen una ubicación estratégica se distingan por la apertura de miras y la inteligencia de sus gentes. Nuestra equidistancia con respecto a todos los confines de la Península Ibérica nos ha convertido en un eje vertebral del desarrollo de España.
Hemos hecho todo cuanto teníamos que hacer para que el futuro ofrezca los mejores frutos. Seamos justos con los 30 años de autonomía y olvidemos los rencores y las falsedades partidistas.
Lo nuestro ha sido sembrar. En cierto modo, todos. Dejemos que maduren las cosechas que se suceden. Nuestro trabajo no ha sido para ayer, sino para que sus frutos se recojan hoy, mañana y pasado mañana.
En un momento como este, siento el orgullo de que nuestra ordenación del territorio permita extraer, en forma de inversión, de progreso, y del buen talante de acogida, el ingenio quijotesco de todos los paisanos. Se trata de extraer el mejor y el mayor de los partidos a lo mejor que tenemos.
Y, probablemente, al margen del paisanaje, lo mejor que tiene Castilla-La Mancha es su paisaje, que es, desde muchos puntos de vista, una fuente de riqueza. Tenemos un extraordinario patrimonio ambiental que comprenden nuestros parques nacionales y naturales, nuestras reservas de agua -ese bien tan preciado que hemos preservado con ingenio y amor a la tierra-, los acuíferos, los humedales y ríos… La explotación sostenible de esos recursos, para la agricultura, para la industria, para el turismo, es hoy más factible que nunca.
Nuestra tierra es hoy un excelente cruce de caminos, una autopista que nos vincula con todos los puntos cardinales y un mallado de buenas carreteras que nos acercan a entrañables lugares.
El Don Quijote moderno puede hacer frecuentes sus antiguas salidas sobre “rocinantes” más seguros y veloces. Y seguiría encontrando molinos de viento, plazas mayores, castillos, antigua y variada arquitectura popular, unida a la riqueza medioambiental. Estos míticos y literaturizados caminos hace más de 400 años sirvieron de paso a un flaco jinete y su escudero. Hoy Sancho seguiría con buen queso y buen pan en su alforja.
Y la gente, siempre la gente afanosa y dispuesta a la tarea, en estos pueblos y ciudades, plenos de historia y de intrahistoria, ricos en patrimonio, con excelente gastronomía y con la vista puesta en el futuro a la vez que honran su pasado.
Da igual la dirección que tomemos. En cualquiera de estos lugares se puede hacer parada y fonda y apreciar el calor de los paisanos, de los hombres y mujeres. Y por doquier puede apreciarse la armonía entre naturaleza y la mano del hombre, entre el tiempo histórico y el geológico, y en cada rincón hallaremos dónde dejar una parte de nuestra memoria del corazón.
Ese es el gran teatro del mundo castellano-manchego en que es posible poner en escena los sueños de todos los hombres y mujeres de esta tierra.
Tenemos que sentirnos orgullosos de comprobar que la gestión de lo público, en estos 30 años, haya valorizado nuestros signos de identidad en forma de museos, parques arqueológicos, recuperación de vestigios prehistóricos, restos prerromanos, exhibición de la pervivencia de la tradición clásica de la Castilla-La Mancha medieval, moderna y contemporánea… De esta forma, bien podemos hacer un recorrido por estos espacios en la red regional e imbuirnos de nuestra historia, de la regional, y de la nacional, a la que nuestra tierra ha hecho una notabilísima contribución.
La historia se lee, pero también se escucha, y, en ocasiones, a través del oído, suscita la más honda emoción, y despierta el pensamiento, y educa el espíritu, y nos hace mejores.
Tenemos que tener muy claro que no hay progreso sin una mirada analítica al pasado. La historia, como disciplina de conocimiento, nos muestra la evolución de la humanidad, su carrera en el tiempo hacia el progreso. La expresión cultural de los pueblos se pone de manifiesto en la huella que las diferentes civilizaciones han dejado sobre su territorio. Conocer nuestro pasado es, así, una actividad que consiste en leer el tiempo en el espacio, una actividad humanizadora, una referencia básica para avanzar en el proceso civilizador, en el curso que nos lleva a defender unos valores, una conducta colectiva, unos códigos de expresión y de reflexión que nos hacen cada vez más humanos.
Tomando en cuenta esto, nuestra tierra es uno de los espacios más ricos, más apasionantes y que mayor atención y emoción suscita de cuantos existen en el mundo. Como espacio de civilización, es uno de esos lugares que acumulan la memoria colectiva de muchas generaciones a través de los siglos. La historia y la identidad de Castilla-La Mancha son el pasado y, por tanto, la personalidad de España. Aquí podemos leer la historia de nuestro país.
Es preciso que sepamos leer bien la historia pasada y reciente para que nuestra tierra progrese con objetividad y sin miserias humanas.
Cada rincón de nuestra región es un pasaje de ese relato apasionante donde está la causa de lo que somos. Ese es el legado de quienes hemos vivido, por completo, nuestra tierra, en nuestra tierra, y por nuestra tierra.
Sabemos muy bien que todo nos está dado si nos lo proponemos. No podemos multiplicar los panes y los peces, pero el ingenio nos ha conducido a variar las dimensiones: hemos cambiado, en el vino, por ejemplo, cantidad por calidad, y debemos aumentar en el agua, cantidad y calidad. Hemos cambiado muchas cosas, pero tal vez la más importante de todas ellas es nuestra mentalidad.
Ya no nos resignamos; ya no esperamos que todo suceda de acuerdo con un plan que diseñan otros. Ahora tomamos la iniciativa, confiamos en nosotros mismos y defendemos lo nuestro, lo que sabemos que nos corresponde. Es lo que yo pienso que debemos hacer como castallanomanchegos, aunque, a veces, la mente se me enturbie con las dudas ante lo que veo.
Todos sabemos que tienen que convivir y tener un sitio en la sociedad posindustrial los símbolos seculares de nuestra identidad cultural -el molino, la navaja, el bombo, la tinaja…- con la aportación que nosotros en el siglo XXI, en el presente, hacemos a la tradición que percibirán los hijos de nuestros hijos: energías renovables, nuevo tejido empresarial e industrial, núcleos urbanos emergentes de nuestras agrociudades, la regeneración del espacio rural… Quiero ser optimista.
Hoy es el Día de mi región, de nuestra región, de nuestra patria, de Castilla-La Mancha. Con estas palabras fraguadas en la cabeza e hiladas en el corazón quiero reivindicar los hechos y las ideas que han levantado nuestra tierra en su pequeña historia. Y también quiero apostar por que las ideas y el entendimiento para no dejar nuestra vida y nuestro futuro en la tela de araña que aprisiona, y en la que se hilan los llantos, sino que todos estamos levantados, expectantes, vigilantes con los intereses de nuestra tierra y de nuestras gentes.
¡Seamos optimistas! Trabajemos por nuestra Castilla-La Mancha.»
Antonio Illán es catedrático de Lengua Castellana y Literatura
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