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13/06/2013junio 12th, 2017
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El Ayuntamiento de Barcelona envió el pasado diciembre una circular a los 500 centros públicos y concertados de la ciudad para conocer la magnitud del problema de la malnutrición infantil y las conclusiones han arrojado que hay 2.865 niños con una alimentación deficiente en la capital catalana. Si estamos ante una de las ciudades con más renta de España y los datos son tan desgarradores, es de suponer que en otros puntos del país, donde la situación social es aún peor, la cosa sea todavía más grave.

No conocemos los datos del resto del país en estos momentos ni los de Castilla-La Mancha, pero el informe de pobreza infantil de Unicef relativo a 2012 revelaba que por primera vez en España el grupo de pobres entre los niños era más numeroso que entre cualquier otro sector de población y arrojaba que la crisis había «aportado» 80.000 nuevos pobres infantiles. Algo estamos haciendo muy mal.


Una parte importante de nuestros niños va a la escuela sin cenar, sin desayunar o las dos cosas. La situación de muchos menores añade un grado de crueldad a la crisis y obliga a una reflexión crítica y autocrítica de cómo se está combatiendo para salir de ella. Insisto, algo estamos haciendo muy mal.

Cualquiera entiende que no se puede gastar igual cuando se tiene que cuando no se tiene. Que el gratis total no es una opción ni mucho menos una obligación de los gobernantes con su pueblo. Y sabemos que no podemos disfrutar de servicios que no podemos pagar, pero en cómo distribuir el escaso dinero disponible, especialmente en los países del Sur, está la clave.

Y se ha priorizado el pago a los bancos frente a las necesidades de la ciudadanía. Los mismos escasos recursos distribuidos de otra manera hubieran dado otro resultado menos terrible para la ciudadanía. Ahí están los estadounidenses para demostrarlo, aún sabiendo que su sistema no es la panacea ni está exento de riegos y problemas.

La mal llamada austeridad ya no la defiende nadie tal y cómo se está aplicando. Y es que no es austeridad, es empobrecimiento o austericidio, como se ha dado en llamar, por un reparto equivocado de los gastos y los pagos a los que ha de hacer frente un Estado en sus deferentes niveles administrativos. 

A ninguna empresa se le ocurre dejar de pagar a los bancos, pero cuando llega el momento más crítico el empresario se sienta a negociar con todos los acreedores y tiene claro que la parte débil y más importante es la nomina de sus trabajadores. Y eso mismo deberían haber hecho los gobernantes europeos, atrapados por los mercados, o los financieros o lo que es lo mismo la preponderancia del poder del dinero sobre el poder político y por ende el debilitamiento de la democracia y la traición a sus principios.

Si todo fuera cuadrar cuentas no necesitaríamos políticos, nos bastaría con contables. Y no tendríamos que convocar elecciones para buscar buenos gobiernos, bastaría con convocar oposiciones para encontrar a los mejores contables y a los más hábiles con la hoja de cálculo en la mano.

Solo nos faltaba el espectáculo de los integrantes de la troika peleándose entre ellos y echándose las culpas de a ver quién lo ha hecho peor. Si el FMI, el BCE o la Comisión. Y me temo que todos han cometido fallos gordos y ahora ninguno quiere aceptar su responsabilidad en el empobrecrecimiento de las clases medias europeas y en el hundimiento del peso económico y la influencia mundial de la vieja Europa.

Rectifiquemos, aunque sea tarde. En democracia, siempre los ciudadanos primero.


POSDATA

Por cierto, vean las definiciones que de austero da la Real Academia Española de la Lengua:

  1. Adjetivo. Severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral.
  2. Adjetivo. Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes.
  3. Adjetivo. Agrio, astringente y áspero al gusto.
  4. Adjetivo. Retirado, mortificado y penitente.

¿Cuál creen que practica Merkel?

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