Un gran acontecimiento, la revolución digital
La lista es muy larga, la revolución tecnológica y digital lo cambia todo. El comercio, las comunicaciones, las relaciones sociales, las formas de enseñar, determinados trabajos tal y como los conocemos o la forma de interactuar con la administración. A un golpe de clic en un dispositivo electrónico tenemos acceso a productos en cualquier parte del mundo. Llevamos la oficina bancaria o nuestros correos personales y profesionales en el móvil. Hacemos gestiones mirando una pantalla o estamos en contacto con otras personas a través las redes sociales. Vivimos en definitiva, permanentemente conectados.
Y una constante, la incertidumbre
La revolución digital no elimina una constante con la que convivimos los humanos, la incertidumbre. En ocasiones nos encontramos con hechos no previstos que requieren nuestra acción inmediata; innovamos e investigamos para conseguir fuentes de energía y recursos (necesarios todos los días), o tenemos que estar alerta para cuidar nuestro entorno (el natural y el artificial). Por mucho que convivamos con máquinas que nos ayudan, al final somos humanos con sentimientos, emociones, fortalezas y debilidades. Sin duda necesitamos tecnología, pero también un equilibrio que se alcanza con el contacto humano, la formación humanística y la cooperación.
Cooperación
Pueden pasar décadas hasta que se asientan los nuevos patrones o paradigmas de un gran acontecimiento como la revolución digital en una sociedad. Si nos fijamos en el plano personal, no es lo mismo tener 20, 40 ó 60 años en plena vorágine de cambios de tanta magnitud; nos podemos encontrar con generaciones desubicadas en el ámbito profesional. Sería interesante aprovechar la llegada de los Fondos Europeos Next Generation (cuyo objetivo es paliar los efectos de la pandemia), para poner el foco en el mercado laboral con el objetivo de aumentar la colaboración profesional entre grupos de diferentes edades.
Intentar formar equipos de trabajo en las empresas o en la administración. Personas en el entorno de los 50/60 años con el valor añadido de su experiencia, capacidad de coordinar o la templanza ante dificultades; personas de 35/50 años con su empuje, decisión o capacidad comercial y los más jóvenes en edad de trabajar con sus aptitudes para aportar habilidades y formación tecnológica. Equipos de hombres y mujeres con diferentes edades, aportando valor. Buenas mezclas, diversidad y calidad en grupos humanos. Perspectiva y serenidad para afrontar nuevos retos en un futuro al que es inherente la incertidumbre.
Si quieres consultar más artículos del autor, entra en su blog: vicentedelrio.com