«Juana, profesoría del centro… me has ayudado muchísimo en todo, te voy a echar mucho de menos en mi nueva vida, nunca te olvidaré, siempre estarás en mi corazón… Estés donde estés nunca te olvidaré, JUANA».
Son las palabras, vertidas en su cuenta de Facebook, de un joven, exinterno del centro para la integración de jóvenes drogodependientes en el que trabajaba Juana Arganda Fernández, la vecina que vivía en Toledo, en el barrio de Santa Teresa, muerta en el accidente de tren de Santiago de Compostela.
El joven, que prefiere no dar su nombre ni del centro en el que Juana daba clases de rehabilitación, asegura que la ayuda de la profesora fue muy importante «para salir de la mierda» en la que, según su expresión, ha andado metido y que ha dejado desde hace mes y medio.
Juana le daba a él y a otros 11 compañeros clases de relajación por medio de una técnica parecida al yoga, pero su labor, según este testimonio, trascendía la estricta profesionalidad: «Era espectacular, maravillosa, llena de cosas buenas, lo daba todo», asegura este joven que recibió la ayuda de Juana durante aproximadamente año y medio.
«Siempre me ha ayudado en todo, ya que lo daba todo por los demás», añade esta persona, a la que llamaron del centro para comunicarle la tragedia un día después del siniestro pero del que no se enteró hasta el domingo 28, ya que hasta ese día no volvió de sus vacaciones en Gandía. Por eso dice que no pudo ir a su sepelio, que tuvo lugar el sábado 27 en Navaluenga (Ávila), donde había nacido Juana, pero asegura que sí quiere asistir a la próxima misa de funeral que se haga en su recuerdo.
«Cuando me lo contó un compañero del centro me quedé lívido», confiesa este joven en el que Juana Arganda ha dejado una huella tan profunda.
Este exalumno de Juana, que suele volver al centro de visita de vez en cuando, recuerda que la fallecida impartía sus clases por las tardes de 20:30 a 22 horas tanto a jóvenes de 18 a 30 años como a personas mayores, y que la fallecida, además de un grupo en Toledo, tenía otro en Madrid.
Juana Arganda Fernández estaba casada con Antonio Rodríguez Gómez, herido de gravedad en el mismo accidente. El matrimonio iba camino de Santiago para ver a una de sus hijas, casada con un gallego.
El marido había sido Síndico de Cuentas de Castilla-La Mancha durante siete meses y secretario general técnico de la Consejería de Presidencia en los años 90, jubilándose el año pasado del Tribunal Económico Administrativo.
Son consuegros de la alcaldesa de El Pedernoso (Cuenca), María Ángeles Baleriola.