jueves, 28 de noviembre de 2024
09/08/2013junio 12th, 2017

Ni la crisis ni el verano hacen que la gente llame más, porque quizá necesite hacerlo, al Teléfono de la Esperanza, una ONG de 41 años de vida nacional e internacional a la que -cosa curiosa- todo el mundo conoce de nombre pero casi nadie bien.

Un aspecto de la charla con uno de los 15 orientadores telefónicos que hay solo en la provincia de Toledo sobresale sobremanera: «La gente no conoce lo que es el Teléfono de la Esperanza, porque si no recurriría más a él». Este orientador está convencido que las personas no recurren más a este servicio por ser poco conocido, y la razón puede deberse «a que la gente lo asocia a un estado de desesperación». Pero no es así.


Este orientador cuenta primeramente que se trata de rebajar la ansiedad del comunicante, siempre anónimo. Se le escucha y nunca se le dan consejos, «sino que se le hace ver que hay otros caminos para dar con la colución y que están en su mano», explica, e incide en que las personas que llaman «no saben que tienen dos problemas, el que les ha llevado a llamar unido al de que no saben qué hacer».

Este orientador incide en que a la persona que llama se le escucha, esa cualidad que tanto falta hoy en día, por lo que está convencido de que si el servicio se llamase «Teléfono de la Escucha» sería más conocido y utilizado.

De servicio permanente las 24 horas al día, impartido por orientadores telefónicos que han seguido un curso de dos años de duración y que también coordinan cursos (como el de la «alegría de vivir», para encarar la separación afectiva, de autoestima, para afrontar la pérdida), la ONG El teléfono de la Esperanza, al menos en Toledo, recibe una llamada de tres o cuatro llamadas matutinas, unas seis vespertinas y algo más por la noches, porque es en la noche cuando la gente llama más, sin importar la época del año -no, en verano no reciben más llamadas- ni, increíblemente, la crisis.

Este orientador, que reside en Talavera, prejubilado, extelefonista de una empresa, que como el resto de sus compañeros trabaja para «El Teléfono» de forma desinteresada, cree también que las personas no llaman más «porque se les ha enseñado que la vida es sufrimiento y por tanto no les es posible evitarlo, que hay que soportarlo a toda costa».

Llaman mayormente mujeres, en una gran proporción, 80-20 por 100 ó 75-25 por 100, de edades que oscilan entre los 35 y los 60 años, tanto población urbana como rural.

Los problemas que llevan a las personas a recurrir a este servicio son preferentemente los relacionales entre padres e hijos, la falta de autoestima, el deseo de suicidarse, la soledad y las enfermedades mentales. En este último caso se dan las «llamadas crónicas», que son lógicamente abreviadas.

El orientador telefónico consultado, que en sintonía con el servicio que presta prefiere mantenerse en el anonimato, advierte que cuando se le da cierta «cancha» a los suicidios se produce un efecto llamada y aumentan las peticiones de este tipo de ayuda, centrada en mejorar la salud emocional de las personas.

¿Qué tipo de competencia tiene el Teléfono de la Esperanza en esos ya viejísimos programas radiofónicos tipo «Hablar por hablar?» «Pues eso, en ese caso se trata de ‘hablar por hablar’, mientras que nosotros atendemos a personas que quieren seguir viviendo mejor», responde.

En el caso de este trabajador del Teléfono de la Esperanza, cuando logra convertir la ansiedad de su interlocutor en una sonrisa, se siente pagado. Y tanto.

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