Últimamente bajan revueltas las aguas en el Partido Popular. A la reciente sentencia que ha condenado al PP por financiar con dinero negro las obras de reforma de su sede central, en la madrileña calle Génova 13, se ha sumado una mayor intensidad en la guerra de Isabel Díaz Ayuso frente a su amigo y mentor Pablo Casado y la dirección nacional del partido. Los dirigentes territoriales están intranquilos, por el desgaste que esto puede acarrearles en próximas elecciones, y piden una solución urgente. Pero no es fácil alcanzarla, siendo la presidenta de la Comunidad de Madrid la principal protagonista de este conflicto.
A Pablo Casado le ha durado poco la unidad en el PP. Esa supuesta unidad, que proclamaron y aplaudieron hace un mes en la convención nacional del partido en Valencia, ha sido tan breve como lo es su moderación cada vez que deja de mirar a Vox con el rabillo del ojo y actúa como líder de una derecha europea centrada del siglo XXI que aspira a gobernar; tras esos paréntesis de moderación, como se ha visto varias veces, pronto vuelve a la crispación y la derechización. La pretensión de Díaz Ayuso de ser no solo presidenta de Madrid sino también presidir su partido en la comunidad autónoma -como los presidentes de otras regiones, que gobiernan y dirigen el PP- choca con los deseos de la dirección nacional, en la que no quieren que ella tenga tanto poder porque no se fían de sus intenciones para el futuro.
Esa convención nacional fue cuidadosamente preparada con un objetivo concreto: reforzar la imagen de Pablo Casado como candidato a próximo presidente del Gobierno. Pero Díaz Ayuso le quitó buena parte de progatonismo y titulares en los medios, primero diciendo que quizá no podría acudir porque iba a estar de viaje por Estados; el día de cierre de la convención, al llegar como si fuera una estrella, con un calculado retraso y entre gritos de «¡presidenta, presidenta!» y, finalmente, cuando intervino, volviendo a convertirse en la principal protagonista al pronunciar estas palabras: «Hoy te quiero decir, Pablo, delante de tu mujer y de la gente que más te quiere, te quiero dejar claro que tengo meridianamente claro dónde está mi sitio. Y sé que mi sitio es Madrid».
Desconfianza en la presidenta de la Comunidad de Madrid
No estaba previsto hablar en esa convención de la sucesión de Pablo Casado al frente del PP, pero Díaz Ayuso puso el tema sobre la mesa y, como ella y sus asesores preveían, eclipsó a Casado y se convirtió, de nuevo, en la estrella de la reunión. Por eso, y por otras actuaciones suyas, no se fían de ella en la dirección nacional del PP.
Las encuestas con previsión de resultados electorales solo reflejan la opinión de las personas encuestadas en el momento en que les preguntan. Y cuando esas encuestas se hacen dos años antes de las próximas elecciones generales, como ocurre ahora, es muy probable que muchas personas cambien de opinión a la hora de votar. Pero las encuestas sí reflejan una tendencia y, desde hace unos meses, son favorables al PP: la mayor parte de los sondeos prevén que el PP ganará las próximas elecciones y podría gobernar con el apoyo de Vox.
El PP ya ha demostrado que no le importa pactar con la ultraderecha de Vox y acceder a algunas de sus exigencias para gobernar, como ha hecho en los gobiernos autonómicos de Madrid, Andalucía, Castilla y León, Murcia y en distintos ayuntamientos. Pero, con tantos partidos políticos sobre el tablero, una caída de votos del Partido Popular podría inclinar la balanza en favor de otras coaliciones y echaría por tierra las aspiraciones de Pablo Casado y la derecha para gobernar España. Por eso les preocupa que el excesivo protagonismo de Díaz Ayuso y la guerra por hacerse con las riendas del partido en Madrid pueda perjudicar sus resultados electorales.
Filtraciones, desmentidos y aclaraciones desde los dos bandos
Cada uno de los dos bandos de esta guerra filtra informaciones que considera perjudiciales para el otro, lo que lleva después a los habituales desmentidos, matizaciones y aclaraciones que, casi siempre, lo único que consiguen es enredar más y confundir. Por eso, los barones regionales y distintos dirigentes del PP piden una solución ya. En público, todos niegan que exista una guerra y todos hablan de unidad; pero, en privado, la mayoría no oculta su preocupación. Parece que todavía hay quien no se ha enterado de que las peleas no desaparecen por negarlas, como los casos de corrupción que afectan a este partido tampoco desaparecen porque se nieguen a hablar de ellos, como hacen con la excusa de que ocurrieron en tiempos pasados.
Desde la reinstauración de la democracia, en España ha sido sido habitual que, al llegar unas elecciones, los partidos de izquierda estén muy divididos y los de la derecha bastante unidos. Pero en los últimos años la división también ha llegado a la derecha, con tres partidos de ámbito estatal en el Congreso de los Diputados, uno de ellos (Ciudadanos) en riesgo de desaparecer.
Seguro que si todos ellos, los de la izquierda y los de la derecha, pensaran siempre más en los intereses generales de la sociedad que en los de su organización política o en los suyos personales, a la ciudadanía le iría mejor porque el país funcionaría mejor.