Reina en Europa y en todas las portadas del mundo mundial. Angela Merkel, la jefa de la CDU, ha conseguido una victoria de las que ya no se estilan. Ha sido en la poderosa Alemania, el único país al que se siguen tomando en serio dentro y fuera de la vieja Europa.
Otros hay mejor conocedores que yo de las consecuencias que sobre Alemania, Europa y España va a tener el revalidado liderazgo de la presidenta germana. Si traigo a Angela Merkel a esta columna es porque me parece que su mayor victoria, la más importante e incontestable es la de conseguir que los alemanes sigan confiando en su clase política mientras en Europa avanza el descrédito de los dirigentes públicos, muy especialmente en el Sur, y proliferan salvapatrias y renegados de todo pelaje.
Habrá políticos que piensen que es que los alemanes son más responsables y sensatos que, por ejemplo, los españoles o los italianos. Pero yo, sin descartar lo primero, inclino más la balanza hacia la clase política. La austera Merkel que hace la compra en el «súper», presume de su cocina y no gasta dinero público ni en pipas es un ejemplo de gobernante que no tiene traslación en el Sur, donde nos hemos gastado cantidades ingentes de impuestos en obras faraónicas, aeropuertos cerrados o quebrados, comilonas y otros capítulos que hoy nos avergüenzan y nos mantienen postrados a punto de decir adiós al Estado del Bienestar.
En Alemania los partidos mayoritarios siguen fuertes. Merkel es la única gobernante europea que no solo no ha sucumbido a la crisis, sino que ha salido fortalecida de ella y sus compatriotas piensan que defiende mejor sus intereses que ellos mismos. La mala en el Sur de Europa es el hada madrina en la próspera Alemania.
Pero no solo ella se ha mantenido in macula en cuanto a escándalos de corrupción o malgasto se refiere, es que allí se dimite incluso por pecados de juventud descubiertos décadas después. Copiar una tesis o falsear un curriculum son motivo automático de cese en la actividad política, sin necesidad de que la opinión pública tenga que movilizarse para ello.
Por si fuera poco, y aunque no es oro todo lo que reluce y también se esconde mucha pobreza bajo ayudas sociales, este país va en dirección contraria a la mayoría de sus socios europeos en la crisis. Crece casi al 2 por 100, oferta empleo, paga su deuda a precio irrisorio y sigue exportando como la locomotora que fue.
En esos datos y en esos comportamientos está la clave de que la abstención no se haya apoderado de los ciudadanos germanos mientras amenaza con devorar los resultados en los países del Sur, España incluida.
En esos datos y en esos comportamientos está la diferencia. Allí se les sigue dando votos y crédito, mientras que en España, por ejemplo, los políticos son el tercer problema del país para los ciudadanos, según cuentan en las encuestas. El 88 por 100 de la población les suspende.
Lo dicho. Para mí, la gran victoria de Merkel es haber conseguido que los alemanes sigan confiando en su clase política.