2021 empezó con la esperanza de acabar con la pandemia de la Covid-19 en forma de vacuna. Durante muchos meses parecía cerca y las grandes cifras de contagios comenzaban a ser cosa del pasado, pero el final de año se topó con otra cruda realidad: casos creciendo exponencialmente, aunque con unas consecuencias mucho menos graves que un año atrás.
Y es que no solo 2020 será recordado como el año de la pandemia. El año que ahora llega a su fin ha sido realmente crudo porque en él se ha vivido algunos de los peores momentos. Tras las Navidades pasadas la ola de contagios se disparó, llenando de nuevo los hospitales castellanomanchegos. Durante aquellos semanas los muertos diarios se contaban por decenas.
Las medidas más duras desde el confinamiento
Esto obligó a cerrar el comercio y la hostelería e imponer confinamientos municipales durante varias semanas en enero y febrero, puesto que las ya estrictas medidas en ese momento (acuérdense de los toques de queda y los cierres de las autonomía) no estaban siendo suficientes para parar la ola de contagios que asolaba toda la región.
Brotó una esperanza
En aquellas semanas se alcanzaron las peores cifras de incidencia acumulada y de fallecimientos de toda la pandemia, a pesar de que la esperanza estaba comenzado a brotar. Y es que el 27 de diciembre 2020 se administró la primera vacuna contra la Covid-19. Araceli Martínez inició el camino que siguieron miles de personas hasta que en septiembre se alcanzó el ansiado 70 por 100 de la población inmunizada. Aunque el camino no fue sencillo… ni tampoco suficiente para evitar la denominada sexta ola.
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La vacunación comenzó por los grupos de mayor riesgo, como usuarios de residencias y los mayores de 80, para después pasar a las denominadas profesiones esenciales y a continuación ir bajando por los distintos grupos de edad.
AstraZeneca, incertidumbre e inmunidad de rebaño
Los viales en esos primeros pasos llegaban a cuentagotas y también hubo algunas incertidumbres con las vacunas. La administración de las dosis de AstraZeneca que suspendió y la población diana de los sueros anglo-suecos cambió en varias ocasiones.
Con la llegada de la primavera la vacunación cogió velocidad de crucero y de hecho en aquellos meses se comenzó a torcer el brazo a la pandemia. La llegada de la variante Delta a España y la Semana Santa se antojaban como otro periodo de dificultades, pero lo cierto es que en Castilla-La Mancha casi no incidió aquella denominada cuarta ola, ni tampoco la quinta, esa que sobre todo repercutió en los jóvenes a inicio de verano, los únicos grupos que quedaban por vacunar.
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Y entonces llegó Ómicron
Los plazos se fueron cumpliendo y Castilla-La Mancha alcanzó el 9 de agosto el 70 por 100 de población diana (en aquel entonces los mayores de 12 años) con la pauta completa. El 70 por 100 de la población general se alcanzaría un mes después, se llegaba a la ansiada inmunidad de rebaño… Hasta que llegó la variante ómicron.
Cuando mejor estaba la situación en la región, con las cifras de contagios y hospitalizados bajando progresivamente hasta encontrar una estabilización en cifras muy bajas en el caso de los ingresados, apareció esta variante muy contagiosa a finales de año.
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En principio parecía menos letal, dado que la mayoría de la población castellanomanchega está vacunada, pero la impresionante crecida de casos hizo que en poco más de una semana los ingresados en los hospitales se dupliquen.
El año terminó con una explosión de casos que llegó incluso a los 6.574 en uno solo día, unas cifras a las que ni se había acercado la región. La incidencia acumulada se situó en más de 1.400 casos, y subiendo…
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