Podían tomar nota muchos cuya memoria, justificadamente o no, no les haya permitido superar el trauma de la Guerra Civil, para así dar el paso al frente y dejar olvidados ya tantos trágicos fantasmas. Se tata del acto de hermanamiento protagonizado por el Ayuntamiento de Santa Cruz de la Zarza, gobernado por el Partido Popular, y la Federación rusa. El alcalde, Román Muñoz Sánchez, recibió el reconocimiento concedido por el mismísimo presidente ruso, Dmitry Medvedev, «por su gran contribución al recuerdo de sus compatriotas, aviadores rusos, muertos en actos de servicio», de manos del embajador ruso en España, Alexander Kuznetsov. Los santacruceros levantaron un monolito en memoria de varios aviadores rusos, afincados en el pueblo, que lucharon por la República y la Federación rusa hizo otro tanto con un santacrucero que batalló con la División Azul a favor de la causa franquista en la entonces Unión Soviética.
Menuda historia. Cuando menos, inusual. Y, como tantas buenas y malas historias, que comenzó por casualidad, cuando el embajador ruso en España, Dmitry Medvedev, de visita en la Academia de Infantería de Toledo, recibió la confidencia de un coronel natural de Santa Cruz de la Zarza, quien le reveló que en su pueblo había enterrados y homenajeados los restos de varios pilotos rusos que vivieron más de dos años en el pueblo mientras luchaban por la Segunda República.
De ahí surgió la necesidad de un reconocimiento mutuo, un hermanamiento entre la localidad toledana y la Federación rusa, ya que se daba la circunstancia de que en Rusia la memoria de un santacrucero, miembro de la División Azul, que había ayudado al general Franco a luchar contra los entonces soviéticos, también había sido reconocida y homenajeada.
Lo cuenta el alcalde, Román Muñoz Sánchez (PP), quien tiene muy claro que el acto ha sido tanto o más llamativo cuanto que con el mismo «no se ha hecho política». Y es que llama a atención tanto el reconocimiento santacrucero como el ruso: el PP honrando la memoria de unos combatientes rusos republicanos y los rusos, descendientes de los soviéticos, haciendo otro tanto con un excombatiente de la División Azul.
El alcalde cuenta cómo en plena Guerra Civil, en noviembre de 1936, y en una zona republicana como la toledana un escuadrón de pilotos rusos se asentó en Santa Cruz de la Zarza como base de operaciones para su participación en las batallas de la vecina de Madrid. Llegaron a vivir en el pueblo más de dos años, tiempo en el que les dio tiempo a levantar un aeródromo y a protagonizar dos bodas con dos vecinas santacruceras. El alcalde deja claro que los aviadores rusos «se portaron de una forma exquisita con la población civil».
«LUCHARON CON HONOR Y LEALTAD»
«Lucharon con honor y lealtad, evitaron muertes superfluas», asegura el alcalde. Se ve que los aviadores rusos dejaron la mejor de las memorias en el pueblo. Román Muñoz cuenta que algunos cayeron a bordo de sus aviones y fueron enterrados en el cementerio del pueblo (hasta hoy), que aún hoy enseña a quien quien verlo las casas y el antiguo hospital en el que en su día moraron los pilotos rusos.
«Hemos hecho algo normal -lo que piensan la mayoría de los españoles-, que hay cosas que están por encima de las ideologías políticas. Habla de la humanidad de unos soldados -el ruso, el santacrucero- que lucharon por sus ideas con lealtad y honor. Porque se ve, al menos según la memoria «histórica» de los más mayores de Santa Cruz de la Zarza, que era posible.
El alcalde admite que no se sabe con certeza cuántos pilotos rusos descansan en la sosegada paz santacrucera, aunque se cree que son cinco, de los que están identificados «dos o tres».
Lo dicho: si fuera posible que un acto así fuera siempre posible…
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