miércoles, 25 de septiembre de 2024
Un ganador de retos 19/10/2013junio 12th, 2017

«No es que prefiera ver el vaso medio lleno, es que lo veo lleno del todo». Quien así habla es el alavés Josu Feijoo, ingeniero eléctrico, alpinista y astronauta, que acaba de dar una ponencia en el reciente Congreso Nacional de Tecnologías de la Accesibilidad, organizado por Centac (Centro Nacional de Tecnologías de Accesibilidad), celebrado en Toledo.

Josu, de 47 años, además de todo un aventurero, da charlas sobre motivación de la conducta aportando su ejemplo, ya que sabe que es diabético desde los 27 años, de grado 1, de tal forma que tiene que pincharse insulina cuatro veces al día.


Lo que él enseña básicamente es que se puede hacer de todo siendo diabético pero cuidándose, siendo metódico como él, aprovechando los dictados de los médicos y los tremendos avances de la telemedicina. «La diabetes no sirve de justificación para que algo no salga bien», sostiene, airea.

Josu Feijoo es, decimos, todo un aventurero. De profesión ingeniero eléctrico, es autónomo, tiene su empresa, con la que sortea la crisis. También da conferencias y desde muy joven es alpinista. «En el norte todo el mundo sale el campo», dice que así empezó quien ya tiene un currículum importante como alpinista, dedicación con la que demuestra que la diabetes no es un obstáculo.

Este mismo sábado va a partir hacia el Everest en una expedición compuesta por 12 miembros, entre ellos cuatro chavales de las favelas brasileñas, diabéticos como él, que va a llegar hasta el campamento base, situado a 5.400 metros. De nuevo para demostrar que con el equipo de telemedicina correspondiente y el cuidado pertinente, se puede lograr.

Eso sí, revela, por ejemplo, que la única manera de que las jeringuillas de la insulina no se congelen es adherirlas al cuerpo, lo que da una idea de la dureza de las condiciones que todos los alpinistas, incluidos cómo no los diabéticos, deben soportar en las alturas.

Josu confiesa que cuando le dijeron, el «28 de diciembre de 1989», que sufría diabetes tipo 1 los médicos se lo pusieron «muy negro». «Me dijeron que me tenía que olvidar de lo de ser astronauta y tras ello pasé nueves meses muy deprimido, pero yo soy tauro, y por muchas zancadillas que me pongan…»

Afirma esto quien reconoce que a los diabéticos les ponen muchas trabas, en el trabajo y en todo. «Pero a mí me gusta responder bajo presión», dice, retador.

Tras la nueva gesta del Everest, este vasco errante y voluntarioso se marcha nada menos que a Cabo Cañaveral a entrenarse con la NASA antes de el año que viene marche al espacio, en un viaje que durará cuatro horas, para probar la adaptación de los diabéticos a las aventuras orbitales. Para llegar hasta este punto Josu Feijoo, miembro del Centro Espacial Ruso, ha tenido que pasar por duras pruebas, no solo para un diabético sino para cualquier astronauta, como es entrar (lo ha hecho hasta 11 veces) en una centrifugadora espacial, en la que el cuerpo debe superar una presión extraordinaria de 680 kilogramos.

Las aventuras de Feijoo demuestran que un diabético puede llevar una visa casi normal: «Cada vez hay más herramientas para que podamos hacer una vida lo más normal posible. Las mediciones son mejores. Se abre una puerta a que podamos viajar a cualquier parte del mundo», dice.

Josu Feijoo está hecho todo un profesional de la aventura. Él siempre ha tenido muy claro que quería ser dos cosas: alpinista y astronauta, y lo ha conseguido. La diabetes no ha podido impedírselo. Este vasco tan inquieto ya ha coronado las siete cumbres y ha visitado el Polo Sur y el Polo Norte, y en 2012 ya llevó a otros cuatro diabéticos hasta el campo base del Everest.

Su experiencia le sirve entre otras cosas para dar charlas sobre motivación de la conducta. Porque en el fondo algo tiene de cristiano quien piensa como él que la fe (léase el concepto más moderno de fuerza de voluntad) puede mover montañas. En su caso la enfermedad que le tuvo muy deprimido durante nueve meses de su juventud, muy grave si no se cuida metódicamente, no le ha impedido cumplir sus dos sueños, aquellos con los que insistía machaconamente en sus cartas a los reyes: ser alpinista y astronauta. Siempre en las alturas. Cuatro pinchazos diarios de nada no iban a impedírselo. Y no lo hicieron.

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