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artículo de opinión 15/11/2013junio 12th, 2017

«Toledo, si de algo puede sentirse orgullosa, aparte de por su monumentalidad y su historia, es por el ejemplo de tolerancia entre culturas que durante siglos dieron sus moradores a toda la orbe. En ella convivieron árabes, judíos y cristianos de forma pacífica contribuyendo a la prosperidad cultural y económica de la ciudad. Fue entre los siglos XI y XIII cuando Toledo vivió su época dorada.

Con la conquista de Toledo en el 1085 por parte de los cristianos, se conceden fueros propios a mozárabes, musulmanes y judíos. Fueros que serían respetados y refundidos en uno en 1118. Gracias a ello, empieza uno de los periodos más florecientes de la ciudad, sobre todo en lo cultural. El sobrenombre de «La Ciudad de las Tres Culturas» lo toma por el nivel de coexistencia y calma que existió durante los siglos XI, XII y XIII. Fruto de esta mezcla cultural, surge en el s. XII la Escuela de Traductores, fundada por Raimundo de Toledo. La ciudad se convierte en el epicentro de la cultura en Europa. Se empieza a exportar el conocimiento acumulado hasta la fecha a todos y cada uno de los rincones de Occidente. Avicenam, Averroes, Algazel, Ibn Gabirol son traducidos al latín y al hebreo desde el árabe. Astronomía y medicina son el punto fuerte de la escuela. Zag ibn Sid, Yehuda ibn Moshé Cohen, Samuel ha-Leví Abulafia, Abraham Alfati, Abraham Alfaquin, Hayyim Israel, Judah Cohen, son algunos de los traductores, pensadores y científicos judíos de la época dorada toledana.


La actividad comercial es otro de los puntos fuertes que permite el desarrollo de la ciudad. Actividad, en su mayor parte, en manos de la comunidad judía por su dotes para el comercio desde tiempos de Nabucodonosor y sus conocimientos contables y administrativos. La prosperidad económica permitiría entre otras cosas, financiar toda la actividad cultural y de pensamiento. La comunidad hebrea en Toledo fue tan numerosa, que a finales del siglo XIV no se contaban menos de diez sinagogas.

En 1391, cristianos espoleados por la Iglesia, empiezan a imponer su fe asesinando y expropiando a la comunidad judía de toda la península hasta su expulsión definitiva con el Edicto de Granada de 1492. Es entonces cuando se inicia la decadencia cultural y económica de la ciudad. Muchos hebreos optaron por la conversión forzosa al cristianismo antes que verse obligados a abandonar la tierra a la que llegaron sus antecesores expulsados de Eretz Yisrael por Roma. No tenían tierra a la que huir. Miles de conversos se quedaron en Toledo practicando sus creencias religiosas en la clandestinidad y contribuyendo en silencio a lo que hoy somos como sociedad.

Curiosamente y a modo de anécdota, algunos de los apellidos compuestos que adoptaron los cristianos nuevos fueron aquellos nombres de santos como San Basilio, San Juan, San Martín, Santamaría, Santana, Santángelo, Santiago o en general aquellos que comienzan con ‘San’. Curioso, Sr. Aurelio San Emeterio. ¿No?

Cabe destacar también, que se tiene constancia de presencia judía en la ciudad desde la diáspora del 70 d.C. Piezas de cerámica datadas en el s.I con simbología hebrea encontradas en Toledo y expuestas en el Museo Sefardí así lo atestiguan. Es decir, la comunidad judía estuvo asentada en la ciudad durante 1500 años aproximadamente.

¿Y por qué nos cuenta este tío petardo un rollo que muchos conocemos?

Sencillo, la idiosincrasia toledana lleva en su ADN la mezcla cultural, la tolerancia y el respeto como eje vertebrador y motor de prosperidad. No se puede entender ni representar a esta ciudad sin conocer su historia y sobre todo, sin respetarla.

Hace unos días, IU Toledo, con motivo de la visita de una delegación judía en representación de una de las fundaciones hebreas más importantes del mundo, que por cierto representa a millones de semitas, pobres, ricos de todos los estratos sociales, la agrupación comunista protagonizó un acto de repulsa con la excusa de que Adelson y lo que representa forman parte de ella. Los portadores de la verdad suprema en el conflicto de Oriente Medio, esos grandes estadistas comunistas, esos que satanizan a USA mientras sus kamaradas cubanos se juegan la vida en su viaje a la libertad, esos que callan cuando los muros los levantan los suyos y ponen el grito en el cielo cuando son otros los artífices, se tomaron la libertad, sin preguntarnos a los toledanos, de colgar una bandera Palestina en el balcón del consistorio, usurpando un espacio público que no les pertenece y proyectando una imagen de intolerancia y odio hacia el pueblo hebreo que no se corresponde con el sentir de muchos ciudadanos que amamos Toledo y su legado. Esto supone a mi entender una violación en toda regla de la esencia misma de la ciudad, una mutación de su ADN fruto de la radiación oportunista y electoralista de los que, a falta de relevancia política, alzan la voz faltando el respeto a una buena parte de toledanos para captar la atención de los que compran sus mantras. Sólo se me ocurren tres motivos para protagonizar una estupidez de este calibre, a saber, fue fruto de la ignorancia y desconocimiento de la historia toledana y su idiosincrasia, de un enfermizo antisemitismo muy preocupante camuflado de solidaridad con el pueblo Palestino o de ambos motivos juntos. Y digo camuflado, porque la solidaridad que muestran con el pueblo palestino no la muestran con otros pueblos oprimidos y esclavizados por tiranos comunistas. ¿Hipocresía? Todo sea por rascar un puñado votos y buscar titulares, lamentable.

Otros hubiésemos ondeado la bandera israelí y palestina juntas como muestra de lo que fue Toledo en el pasado, convivencia pacífica y tolerancia».

Sergio Burgos, «indignado a tiempo parcial y libre en la medida de lo posible. No soporto a los salvapatrias».

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