El GlobalCaja Ciudad Encantada se ha llevado dos puntos de oro ante un rival directo, el Cuatro Rayas, con paciencia y tesón, ya que supieron aprovechar el ya habitual bajón en el juego de los locales, que les llevó a perder un partido que habían controlado con solvencia en la primera mitad.
Los vallisoletanos salieron con la lección aprendida y mostraron una organizada defensa desde el inicio, que les permitió controlar el juego ofensivo de los conquenses y aprovechar esa falta de opciones para contraatacar y pillar por sorpresa a los defensores del GlobalCaja, poco centrados en los primeros compases del partido.
Esa continuidad en el juego de ataque de los vallisoletanos, comandado por Alberto Camino, les hizo alcanzar una renta de cinco goles (9-4) en el ecuador de la primera mitad, que Zupo Equisoain intentó frenar con un tiempo muerto, en el que buscó recomponer la defensa de su equipo, que seguía mostrándose poco consistente.
La arenga resultó efectiva y los manchegos incrementaron la tensión defensiva, si bien el Cuatro Rayas supo mantener el nivel en la parcela ofensiva para aumentar la renta hasta los seis goles (13-7), que los del GlobalCaja pudieron dejar en cuatro gracias al acierto de Renaud, quien estableció el 14-10 con el que se llegó al descanso.
Los conquenses retomaron la acción sin complejos para seguir recortando diferencias y situarse a sólo dos tantos (16-14), tras una buena salida y con las ideas muy claras de cómo frenar a los locales, que se bloquearon en ataque, dando más opciones al equipo de Zupo Equisoain de cara a cambiar el rumbo del partido.
Opciones que se fueron multiplicando con los errores de los vallisoletanos y que el GlobalCaja aprovechó bien hasta dar la vuelta al resultado (17-18) en el minuto 49, merced a su mejor defensa, bien rematada en Oliva, un seguro en la portería visitante en los momentos clave.
El Cuatro Rayas, una vez más, volvió a sucumbir ante sus propios fallos y su incapacidad de recuperar la concentración, con Corzo fuera de lugar, sin fluidez en el juego y con la defensa rota, que dio alas a un Cuenca que supo hacer valer la calidad de jugadores como Lipovina y Frade y la efectividad de Oliva en la meta.