Para Fernando Tabar, catedrático emérito de Historia del Arte en la Universidad Complutense, no hay duda. «Huida a Egipto» y «Muerte de San Alberto de Jerusalén», dos lienzos que han permanecido ocultos en un convento de las Carmelitas de Cuenca, son atribuibles a la obra temprana de Francisco de Goya.
Según un artículo que firma este experto en arte en el último número de Ars Magazine, coincidiendo con el quinto aniversario de la revista, ambas obras fueron pintadas en torno a 1772-1775, previas a su marcha final a Madrid, y las mismas tienen como punto de partida el «Cuaderno italiano» del pintor de Fuendetodos (Zaragoza), que se conserva en el Museo del Prado.
Aunque no se ha realizado ningún tipo de estudio científico para comprobar la autoría de ambos lienzos, Tabar ha señalado que el «ojo del experto» es la mejor constatación que se puede realizar, y ha destacado que se trata de una atribución exclusivamente suya, ya que no ha tratado de hablar con ningún experto del Museo del Prado ante su deseo de ser dueño de su «propia opinión».
«Se quieren certezas objetivas pero desgraciadamente ningún procedimiento, máquina ni análisis puede determinar a ciencia cierta que una obra es de Goya», ha precisado el catedrático de la Complutense, quien ya atribuyó al pintor aragonés anteriormente «La Piedad» y «La Virgen con San Joaquín y Santa Ana», de la misma época que los ahora descubiertos.
Los dos lienzos nuevos han permanecido ocultos «e ignorados» en la clausura conventual de las Carmelitas Descalzas de Cuenca, y salieron a la luz por primera vez, sin ser identificados, con motivo de la exposición de ámbito diocesano en la catedral conquense «Callada belleza. Arte en las clausuras de Cuenca», celebrada entre agosto de 2007 y julio de 2008.
Ambos óleos, según publica en su último número Ars Magazine, permitieron su identificación hace años «a la espera de un estudio directo», y se limpiaron para la muestra, en la que se catalogaron como barrocos.
Las dos obras poseen idénticas medidas, 35 x 60 centímetros, un formato inusualmente alargado y «raro», según Tabar, quien considera que ambas forman «pareja» o son «partes de un todo», a pesar de que los asuntos que abordan, de carácter religioso, «no guardan relación entre sí».
Así, en «Huida a Egipto» su autor representó la historia de la infancia de Jesús y la vida de la Virgen ambientada en un paraje boscoso de luz crepuscular, mientras que en «Muerte de San Alberto de Jerusalén» pinta sobre la tela un episodio de martirio, representado en muy pocas ocasiones fuera del ámbito carmelitano.
Para Fernando Tabar, el tamaño de este pequeño lienzo hace pensar en un boceto que pudo ser concebido para el mural perdido del mismo asunto en la cartuja de Aula Dei de Zaragoza, hacia 1772-1774, y guarda una gran semejanza con el «Cuaderno italiano» de Goya que se conserva en el Museo del Prado.
En el caso de «Muerte de San Alberto de Jerusalén», el lienzo está plenamente justificado en la Orden Carmelita, al ser San Alberto quien hizo la regla de la Orden del Carmelo, y en el mismo aparece la figura de San Alberto, con atuendo sacerdotal, debatiéndose a manos de sus asesinos, uno de los cuales le sujeta por detrás mientras otro se dispone a apuñalarle con un cuchillo.
Encima, dos ángeles niños ofrecen la corona del martirio a la víctima desde una nube mientras la escena, que se desarrolla en unas gradas, es contemplada por fieles.
Según el catedrático emérito de la Complutense, además del estilo general goyesco, característico de la época temprana del maestro aragonés, hay detalles formales que conducen «inequívocamente» hasta el «Cuaderno italiano», como el torso de uno de los asesinos con el «Torso Belvedere».
Para Tabar, ambas pinturas, que se conservan en el convento de las Carmelitas «en buen estado», guardan numerosos paralelismos con las figuras del «Cuaderno italiano» y con la decoración que Goya realizó para la iglesia del Monasterio de la Cartuja del Aula Dei de Zaragoza.
Fernando Rayón, director de Ars Magazine, ha asegurado que normalmente cuando alguien atribuye una obra a algún clásico del arte siempre piden segundas opiniones, aunque en esta ocasión no lo ha hecho al primar «el criterio» de Fernando Tabar, «quien ha demostrado en muchas ocasiones que es un buen investigador».