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27/01/2014junio 9th, 2017
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El programa «El objetivo», que dirige y presenta la periodista Ana Pastor en La Sexta, dedicó una parte del domingo 26 a analizar el sueldo de los españoles. Las conclusiones eran fácilmente imaginables: han retrocedido a niveles de hace seis años. Ponía los pelos de punta escuchar algunos testimonios.

Con gente que pasa de 1.300 euros al mes a menos de 700 o que no consigue más que medias jornadas de 400 euros mensuales, es fácil comprender que el ciudadano sea cada vez más crítico con sus responsables públicos y, especialmente, con lo que cobran. Todos les han prometido una vida mejor y todos han faltado a esa promesa en esos seis años en los que ganan menos y trabajan más, los que trabajan, claro.


Como consecuencia, hoy en día a la mayoría del pueblo le parece que los políticos cobran demasiado y que, además, gozan de privilegios que no están al alcance del resto de la población. Lo primero no es cierto en todos los casos, lo segundo sí lo es en muchos casos.

El justificado deterioro de la imagen de los políticos hace que la sociedad les niegue el pan y la sal, porque les considera responsables y cómplices de los graves problemas que vive España y del empobrecimiento con el que las clases medias y bajas del país están pagando la crisis y la salida de ella.

Y la verdad es que, en general, los sueldos de los responsables públicos no son altos, salvo excepciones. Pero es que al paso que vamos cobrar más de 2.000 euros será un privilegio solo al alcance de unos pocos. Y pasar de esa cifra solo lo conseguirán los Botín de cada sector o gremio. Otra cosa son los privilegios: pensiones, coches oficiales, aforamientos… Ahí si que están muy por encima de la media de cualquier ciudadano y fuera de tiempo.

Que se cuestione el salario que se llevan a casa nuestros responsables públicos tiene mucho que ver con el uso partidista y demagogo que los partidos han hecho siempre de este asunto, echándoselo en cara los unos a los otros y buscando puertas de atrás para poder salir airosos y llevarse un sueldo más que digno sin que los ciudadanos supieran exactamente de cuánto era en cada caso. Pero sucede que las puertas de atrás han sido derribadas y ahora no hay manera de que puedan abordar el asunto de los sueldos con lógica y coherencia.

No creo que nadie pueda decir que el presidente del Gobierno de España cobra mucho. O sus ministros. Pero también merecen un salario adecuado los científicos, los médicos, los maestros o el resto de los ciudadanos. ¿Es justo para alguien cobrar 700 euros por jornadas de 12 horas de trabajo, como está sucediendo? ¿Se puede vivir con un contrato parcial de pocas horas y menos euros? ¿Es aceptable que alguien con una carrera, un máster, varios idiomas y poco más de 20 años tenga que irse de camarero a otro país para poder (sobre)vivir?

Yo creo que un político tiene que cobrar un sueldo justo. Pero no se lo merecen más que el resto de los ciudadanos. Y no veo razón para que no sufran las mismas situaciones que su pueblo, una salario medio muy alejado de su cualificación y su esfuerzo. Hasta ahora cualquier profesional medianamente considerado podría superar los emolumentos de un cargo público local o autonómico (en general) y solía decirse que solo los mediocres se acabarían dedicando a la política. Pero al paso que vamos la política va a ser el único refugio para no ser mileurista toda la vida y para tener el sueldo seguro a final de mes.

Además, la mediocridad y el “sí, señor” es el camino por el que se progresa más fácil en los partidos. No es culpa de los sueldos que sean los menos ambiciosos los que llegan más lejos. Es culpa de los aparatos, que siguen practicando que el que se mueve no sale en la foto o, por lo menos, se le intenta borrar de ella.

Y aún nos quedan los privilegios. ¿Qué ciudadano tiene derecho a la pensión máxima por ocho años de cotización en su trabajo? Solo los diputados y los senadores. Y es solo un ejemplo. Son cantidades que no salvan ni hunden un país. Pero son costumbres que favorecen los privilegios de las élites y les separan del pueblo, además de que son profundamente injustas.

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