viernes, 22 de noviembre de 2024
03/11/2011junio 14th, 2017

Jueves, 3 de noviembre de 2011. Cerca ya de las siete de la tarde. Se le notaba con ganas. No cambió el rictus de su cara ni cuando el diputado socialista en las Cortes de Castilla-La Mancha, Luis Santiago Tierraseca, le llamó hasta en dos ocasiones el consejero del «desempleo». Simplemente tomaba notas o miraba al techo del hemiciclo. Si las paredes hablaran de todo lo que ha pasado aquí durante los últimos 28 años, tuvo que pensar. Solo le quedaba esperar… Esperar a que le llegara su turno para subir a la tribuna. Para orar. Que no rezar.

Y ese momento llegó. Justo cuando el también socialista José Luis Martínez Guijarro se levantaba de su escaño y salía fuera del plenario. «Adiós, señor portavoz», le espetó. Y le salió su sonrisa de pícaro. A partir de ese instante se olvidó de todo lo que había alrededor, clavó su mirada en Tierraseca y… Entonces apareció el consejero de Empleo, el que durante años y años tuvo que convivir con el desprecio parlamentario socialista y el que vivió cómo el rodillo, primero de Bono, después de Barreda, le dejaban entre bambalinas. A él y a su grupo. Por eso no aguantó que Tierraseca les echara en cara que colocan los Plenos a las cuatro de la tarde para adaptarse a la agenda nacional de su líder, María Dolores de Cospedal.


Apareció… Era Leandro Esteban.

E iba a por Tierraseca.

Primero le dijo que no sabía ser amable «ni cuando llega a un acuerdo». Para después reprocharle la «ira, la inquina y la venganza que anida en su mente», que es tal «que no es capaz de moderar su lenguaje». Le habían tocado a Esteban en su fibra más íntima. Por su cabeza pasaron tantos años y años en los que desde la oposición veía cómo el rodillo…

Vamos, que Tierraseca todavía sigue pensando en él.

Esteban le reprochó su «falsa superioridad moral» e incluso le retó a que demostrara lo que había dicho minutos antes, que Cospedal cobraba más que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Le llamó mentiroso en su cara. Ésta fue la secuencia: «Señor Tierraseca, ha mentido en esta Cámara. ¿Va a dimitir? Y la presidenta de Castilla-La Mancha solo tiene un sueldo, el mismo que tenía el expresidente Barreda. Si le queda cuajo y decencia política, debería dimitir».

Y seguía. Era un chorro de palabras una detrás de otra. «¿A qué obedece que no quieran los Plenos a las cuatro de la tarde? ¿A que no se pueden echar la siesta? Pues si quieren esperamos hasta las cinco». Hubo risas generalizadas. Las del bando «popular». Incluida la presidenta y sus consejeros. Y sonrisas generalizadas. Las del bando socialista. Pero porque no les salía otra cara que poner.

«¿Por qué no quieren los Plenos a las cuatro? ¿Porque Barreda pierde el AVE para irse a su casa de Madrid?». Allí había estopa para todos. En la bancada socialista casi nadie le quería mirar por si les tocaba también a alguno de ellos. «Esto es una elucubración, como la suya». Tierraseca ya ni le miraba. Puestos a inventar… «Como el maestro Ciruela, que no sabía leer pero tenía escuela». Esteban estaba «sembrao».

Y a partir de ahí llegó el chorreo de recuerdos. De cuando estando en la oposición hubo una vez que no les dejaron ni entrar en el Parlamento, «siendo tan diputados como ustedes»; de las veces que les ningunearon, de las…

«Dice usted, señor Tierraseca, que llevamos 140 días y no hemos gobernado. Pues le quedan, aproximadamente, 1.320 días de Gobierno del PP. Cálmese, que le puede costar la salud. Ha dicho que aquí hay que venir llorado y ha sacado unos kleenex. Lo de venir llorado aquí es un sarcasmo, porque hay gente hoy en Castilla-La Mancha que llora porque alguien (en alusión a Barreda) no hizo los deberes. Guárdeselos, a ver si los va a tener que utilizar para el otro uso que tienen».

No sé el maestro Ciruela ni Tierraseca, pero seguro que Esteban se quedó la mar de a gusto.

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