Fue hace ya casi 10 años cuando Pedro J. Ramírez vino a Toledo invitado por…
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Durante estos días, en los que «las fauces del poder» se han cobrado una nueva víctima, el ya exdirector de «El Mundo», Pedro J. Ramírez, recordábamos en encastillalamancha.es aquella tarde que pasamos con él en Toledo. Sirva ese recuerdo como reconocimiento a la figura de un periodista que ha caído en el ejercicio de su deber. No comparto todas sus teorías ni algunos de sus planteamientos, pero me rindo ante quien ha hecho del sagrado deber de informar una manera de vivir frente a cualquier presión y aunque le vaya la vida profesional en ello. Estoy convencida de que será solo un paréntesis.
El caso es que los más veteranos de encastillalamancha.es tuvimos el honor de ser anfitriones de Pedro J. durante una tarde en Toledo. Era el 10 de mayo de 2005 y la revista ECOS, madre de este periódico, celebraba el primero de los actos conmemorativos del X aniversario. Tuvimos claro desde el principio que esa efeméride debía abrirla el periodista que decidía cada día de qué se hablaba en España. Había muchos buenos periodistas y otros que eran tan famosos como él, pero nos pareció que nadie como Pedro J. Ramírez representaba el espíritu de la profesión, esa dura tarea de llegar hasta el fondo de los temas, «sin zonas de sombra» ni «tabúes» y aún a riesgo del propio puesto.
Pedro J. es inalcanzable, nos habían dicho. Sin embargo aceptó, y estuvo en Toledo en el foro que le brindaba un medio de provincias, llenando a rebosar la iglesia de San Pedro Mártir, donde no faltaron ni amigos ni enemigos ni curiosos sin más. El mérito de traerlo no fue nuestro. En ello se empeñó la periodista toledana Esther Esteban, entrevistadora para «El Mundo» y hoy también coeditora de eldigitaldecastillalamancha.es, quien convenció a su jefe y amigo para que nos acompañara aquel 10 de mayo.
«Si no fueras, por encima de todo, un periodista o si hubieras perdido el corazón en la carrera del triunfo no estarías aquí», le dije al presentarlo. Y hoy se lo repito. Porque seguiría siendo director si hubiera renunciado a ser periodista por encima de todo o hubiera dejado de latirle el corazón al ritmo de las exclusivas y del deber de informar.
Sobre la tumba de Torquemada, aquel 10 de mayo repasó sus orígenes, las primeras 10.000 pesetas ganadas en la fábrica de ladrillos de su padre, con las que se compró una moto Vespino, y citó dos fechas como las claves de los 25 años que en aquel momento llevaba dirigiendo periódicos. Eran el 23 de febrero de 1981 y el 11 de marzo de 2004. Recordó cómo el seguimiento informativo de los GAL que hizo Diario 16 le costó el puesto de director y hasta ironizó sobre lo que supuso seguir aquella tarea en «El Mundo»: «Investigábamos y casi no dábamos a basto. Salías a pescar y te encontrabas a todo tipo de tiburones. Nos pegaron con lo que pudieron, pero siguió funcionando el Estado de Derecho».
Ese Estado de Derecho que no es capaz de garantizar todavía la libertad de información ni la de expresión, porque se para ante los poderosos. Si te ha pasado a ti y en el epicentro del país, imagina cómo es la vida del periodista de provincias. No creo que te sirva de consuelo, pero tienes que saber que muchos humildes plumillas de toda España han sentido un deja vu en primera persona mientras los medios de comunicación nos narraban estos días los detalles de tu destitución o veíamos el video de tu despedida de la redacción de «El Mundo».
Querido director, fue un placer compartir contigo unas horas en Toledo. Y días después, cuando aceptaste gustoso someterte a nuestra «Entrevista Ireverente», pudimos charlar brevemente en tu despacho de la calle Pradillo mientras César del Río disparaba sus dardos. Gracias otra vez por la lección que nos diste compartiendo un modesto foro, tú, que por aquel entonces podías hablar en los más selectos círculos.
Gracias y hasta pronto, director.