jueves, 28 de noviembre de 2024
08/02/2014junio 9th, 2017

Cuentan que el subsuelo de Toledo, seco y rocoso, es la causa por la que se han conservado perfectamente cuerpos incorruptos durante siglos en Toledo. A raíz de ahí, las leyendas y los misterios se suceden, pese a que se trata de momias que nada tienen que ver con las del antiguo Egipto.

Momias de la iglesia de San Andrés. Fotos de David Utrilla para toledosecreto.es.


La iglesia de San Román, la de San Cipriano y la de San Andrés, además del convento de San Clemente o el de Santo Domingo el Real, así como la Catedral de Toledo acogen -o han acogido- momias que han permanecido incorruptas durante siglos y cuyo sucesivos descubrimientos han alimentado las leyendas de la ciudad.

Dicen que precisamente en la iglesia de San Román estaba la momia de Bartolomé Lorenzo de Guzmán, un sacerdote jesuita que murió en Toledo y que fue uno de los pioneros de la aeronáutica. Incluso se ha llegado a decir que aquí descansaba la momia de Cristóbal Colón. «Sí, se dice que está enterrado en muchas partes», comentaba a Encastillalamancha Juan Luis Alonso, de la empresa Rutas de Toledo.

Leyendas y mitos se dan la mano con la realidad. En el convento de San Clemente se descubrieron en 1785 las «trece venerables». Se trata de 13 monjas amortajadas que se conservan perfectamente, probablemente porque sus hermanas cuidaron de ellas hasta el final. Eso sí, si falta algo es como reliquia porque el hecho de no corromperse es una señal de santidad.

Religiosas y también hay en Toledo las momias de reyes e infantes. De hecho, en la Catedral se conserva el cuerpo del rey Sancho IV de Castilla. Algunos son los blogueros que se animan a escribir sobre ello y describen a la perfección cómo fue encontrado el rey, que empuñaba una espada y estaba cubierto con una colcha.

De la Catedral a la iglesia de San Cipriano, donde se encuentra el cuerpo de la persona que costeó la reforma de la iglesia y en el convento de Santo Domingo el Real se encuentra el infante Sancho de Castilla y Sandoval que falleció en 1370 en la fortaleza de Toro (Zamora) cuando tenía siete años. Históricamente se pensó que murió envenenado, porque querían evitar que pudiese ser un competidor en la carrera de la sucesión a la corona. Sin embargo, la investigación realizada en el siglo XXI, concretamente en 2006, demostró que «Sanchito», que así le llaman las hermanas que le custodian, murió por una infección pulmonar.

Y, la última parada, la iglesia de San Andrés. Como se puede ver en las imágenes que acompañan a esta información, son decenas de cuerpos colocados de pie, apoyados en la pared, con las bocas abiertas tal vez porque gritaron o por sorpresa o dolor. Cuentan que hubo una huelga de enterradores y falleció precisamente la persona encargada de estos cuerpos. Su muerte provocó que cayeran en el olvido.

Ellas son solo un ejemplo de lo que se esconde debajo del suelo de Toledo, porque «hay muchas cavernas y cuevas y seguirán apareciendo», concluía Juan Luis. Y con ellas seguirá vivo el misterio.

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