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20/02/2014junio 9th, 2017
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Los partidos políticos, grandes y pequeños, esperan el resultado de las elecciones europeas de mayo como el oráculo que emitirá el veredicto sobre su futuro inmediato. 

Para PP y PSOE son, sin duda, especialmente importantes. Por un lado, porque la victoria o la derrota serán sentencias casi definitivas para la estrategia que han de afrontar en la recta final hacia las elecciones generales de 2015. Por otro, para medir el voto de castigo que tiene el PP por los recortes y la austeridad y el que conserva el PSOE tras la segunda y malísima legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero.


Además, con la victoria o la derrota, y hay encuestas para todos los gustos, se reforzarán o complicarán los liderazgos de Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba, sobre todo en el segundo caso. Gane o pierda, pocos dudan de que Rajoy será el candidato del PP en 2015. Pero Rubalcaba parece haber confiado a la cita europea su última carta para la supervivencia al frente del PSOE. Dicen los analistas que si los socialistas ganan la convocatoria de mayo, Rubalcaba se planteará seriamente presentarse a las primarias. Un error, en mi opinión. Creo que estas elecciones darán para muchas lecturas, pero no son teloneras de unas primarias en el PSOE. 

En cualquier caso, el test europeo no afecta solo a las grandes marcas políticas. Para los partidos pequeños como IU o UPyD será la oportunidad de confirmar si el crecimiento que les reservan las encuestas es real y, por lo tanto, pueden acudir a las generales en condiciones de acabar convertidos en un partido bisagra fundamental para la gobernabilidad del país.

También están las nuevas formaciones que han irrumpido con fuerza, como Ciudadanos, Vox o Podemos, que esperan en estos comicios el sello que valide que tienen hueco y pueden seguir adelante.

Sin embargo, yo creo que lo más importante a la hora de analizar los resultados del 25 de mayo no será lo evidente sino lo latente. Para mí la gran lección que tienen que sacar los partidos políticos y sus dirigentes va a estar más en lo que quiere decir la abstención que lo que se deduzca a simple vista del recuento de papeletas. Tan imporatante será leer lo que dicen las papeletas que no hayan entrado como las que salgan de las urnas.

Dicho de otra manera, creo que habría que analizar no solo lo que dicen los que vayan a votar sino qué trasmiten con su ausencia los que no se acerquen a las urnas. Si se cumplen los pronósticos y hay abstención récord, ése será para mí el principal mensaje, porque vaticina un escenario muy complicado para dentro de poco más de un año cuando lleguen las generales y se pueda dar un parlamento ingobernable, en el que el partido que roce el 30 por 100 tenga que gobernar a base de alianzas locas e inestables.

La abstención, si se cumplen los presagios, rebelará cansancio y desconfianza de los partidos, sus dirigentes y, de paso, de las instituciones europeas y una total falta de fe en los interlocutores tradicionales para resolver los problemas reales de los ciudadanos.

Más que los liderazgos, creo que el mensaje de los ciudadanos el 25 de mayo estará en los partidos y en la manera en que se tiene que hacer la política en el siglo XXI. Más vale que, gane quien gane, todos sepan leer bien el resultado de las europeas. Quizás sea el último aviso.

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