sábado, 21 de septiembre de 2024
06/03/2014junio 9th, 2017
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Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea, ha hablado y ha puesto las cosas en su sitio en cuanto a la renta per cápita de las comunidades autónomas españolas se refiere. Ha pasado lista y quedamos fatal, un año más. Esto es, País Vasco los más ricos y, como siempre, Extremadura es la más pobre, en apretada terna con Andalucía y Castilla-La Mancha.

Como digo, esta vez la fatal sentencia ha sido a través de la clasificación de la renta per cápita de las regiones españolas, un ránking que vuelven a encabezar los vascos y que mantiene en posiciones que parecen eternamente insalvables a las tres del Sur.


Ni los cinco años de dura crisis han podido con la fortaleza de la economía vasca, cuyos ciudadanos disponen de una renta por cabeza por encima de la media nacional, por supuesto, pero también de la europea. 

En el País Vasco la renta per cápita es de 33.500 euros al año, mientras que la de Extremadura es de 16.700, ni la mitad. Por debajo de la media de la UE, que es de 25.100, y de la española, de 22.700.

Andalucía con 18.300 euros y Castilla-La Mancha con 19.300 completan el pelotón de los torpes a efectos de dinero disponible para sus ciudadanos, por debajo de la media nacional y de la Unión Europea. Si tenemos en cuenta que la renta de la vecina comunidad de Madrid es de las más altas del país, por encima de los 31.000 euros anuales, el lugar en el que quedamos los castellano-manchegos es francamente desolador.

La convivencia de tales cifras, en el mismo país, la misma época y el mismo año, resulta inadmisible sin luchar decididamente contra ello desde el Estado y desde los gobiernos autonómicos de las regiones más pobres.

La lista pinta una triste realidad que hace de España un país de desiguales oportunidades para sus ciudadanos según vivan en el Norte o en el Sur, en el Este o el Oeste. Aquello de la geografía manda y la historia obedece parece ser una losa que convierte en ricos o pobres a los españoles según donde vivan. No es nuevo, ni siquiera lo ha provocado la crisis, pero con ella los efectos sobre la población se han recrudecido notablemente.

Los datos, a las puertas de una dura negociación para un nuevo modelo de financiación autonómica, deberían ser puestos y mantenidos sobre la mesa en cada sesión si queremos que la maldición económica se rompa. No porque solo con una buena financiación autonómica puedan romperse los desequilibrios, sino porque sin ella o con un mal reparto de los recursos, la convergencia hacia la igualdad de renta parece simplemente misión imposible.

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