«Yo, cuando sea abuelita, quiero ser como Kathrine Switzer». La atleta pontevedresa y toledana de adopción Vanessa Veiga lo tiene claro, sobre todo tras celebrarse el primer maratón solo femenino en Palma de Mallorca, prueba que ganó Beatriz Molina. Hubo una segunda carrera, sobre 10 kilómetros, que sí ganó Vanessa Veiga, ya que no pudo prepararse como le hubiese gustado la prueba reina del fondo.
Vanessa, Veiga, en el centro,tras ganar los 10 kilómetros.
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El maratón fue, a pesar de la «pertinaz lluvia», una fiesta esplendorosa de todo lo que pretendían los organizadores: una reivindicación de los derechos de la mujer y del esfuerzo humano en general. Porque se homenajeó aquella carrera mítica en la que Kathrine Switzer se convirtió en la primera mujer que acababa un maratón de forma oficial a pesar de que el director de la carrera del maratón de Boston intentó impedir su llegada a meta echándola del circuito arrancándole un dorsal cuyo número se ha convertido en un símbolo: el 261.
Y es que Kathrine Switzer esperó en la meta hasta que llegaran todas las corredoras, «aguantando bajo la lluvia», narra Veiga, que dice que «se ganó el corazón de todo el mundo» que acudió a la carrera. Revela que por la tarde, «cuando todas las atletas estaban reventadas, recogió las flores ofrecidas que sobraban para colocarlas en un centro del hotel en el que estaba hospedada».
«Es un cañón de señora. Yo ya la tenía como una musa, como la pionera, pero he comprobado, por la forma en que ha organizado la prueba, que es detallista, ha estado pendiente de todo», añade Veiga, quien cree que «hay un montón de cosas maravillosas por las que luchar, en esto no hay edad, hay que vivir y disfrutar de la vida».
Fueron dos carreras muy especiales, singulares, distintas. Revela Vanessa Veiga que se dio el caso de una mujer que corrió con el dorsal de su difunto marido, fallecido hacía poco, al que le dedicó el esfuerzo (en esta cita tan histórica participaron muchas atletas noveles, aficionadas, y algunos hombres que quisieron correr con sus parejas, aunque sin carácter competitivo).
Otro caso curioso fue el de una corredora que sufre fobia a volar, hasta el punto de que perdió un buen empleo por no volar al extranjero, fobia que superó el domingo para viajar hasta Mallorca, todo para no perderse la fiesta del maratón femenino.
Vanessa, ¿y ahora, qué?
«¿Y ahora qué?», repite. Participará en varias pruebas de 10 kilómetros y medio fondo hasta el verano, cuando descansará, en junio y julio En octubre participará en otro maratón. Deberá elegir entre Nueva York y Berlín. No llegó a un acuerdo con la organización del Maratón de Madrid.