sábado, 23 de noviembre de 2024
Arroba de los Montes le rinde homenaje 03/04/2014junio 9th, 2017

Benigno Gutiérrez Gómez se ha convertido hoy en centenario y para festejarlo, su pueblo natal, Arroba de los Montes (Ciudad Real), le ha rendido un homenaje en el que han recordado sus vivencias a lo largo de estos cien años de vida que, en su caso, han estado marcados por el recuerdo de Antonio Machado.

Un 3 de abril de 1914 nacía en plenos Montes de Toledo Benigno Gutiérrez y su vida, a partir de entonces, quedaría íntimamente ligada a su tierra, que únicamente abandonaría durante la dura etapa de la Guerra Civil.


Este hombre, de carácter afable, lo que le ha hecho ser muy querido en su pueblo natal, mantiene su memoria intacta para recordar aún los pasajes más importantes de su vida.

EL DÍA QUE ACOMPAÓ LOS RESTOS DE ANTONIO MACHADO

Uno de estos recuerdos se detiene en el 22 de febrero de 1939, día en el que, junto a sus compañeros de unidad militar, formó parte del cortejo fúnebre que acompañó el féretro del poeta Antonio Machado en su último y postrero viaje.

El destino, como él recuerda a Efe, le llevó a vivir un momento histórico, el entierro en Collioure del gran poeta, que, como él, entonces vivía exiliado.

A pesar de que su visión hoy está disminuida por el paso del tiempo, a través de su memoria vislumbra con certeza sus primeros años trabajo como cartero, antes de que llegara la guerra.

Eran tiempos en los que se dedicaba a llegar el correo desde Arroba de los Montes a Alcoba de los Montes o Puebla de Don Rodrigo.

Después, el conflicto bélico le dejó en el bando republicano y, de ahí, comenzó un camino que le llevó a pasar por los frentes de Badajoz, Madrid, Teruel y Cataluña, hasta que su unidad tuvo que cruzar a Francia, donde comenzaría su exilio.

LA VIDA EN UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN… DEL QUE ESCAPÓ

Benigno, después de vivir algunos meses en Francia y de estar presente en el entierro de Antonio Machado, acabó internado en un campo de concentración, donde vivió momentos muy duros y del que logró escaparse para volver a cruzar a España.

En cuanto pudo acabó regresando a casa y, en los años de postguerra, su trabajo giró entorno al cereal al ser encargado responsable de controlar el almacén de cereales de Arroba de los Montes, que el entonces Servicio Nacional de Productos Agrarios (Sempa) tenía en este pequeño pueblo ciudadrealeño.

Arroba de los Montes ha sido «el pueblo de sus amores», aunque, ahora, por lógicas cuestiones, durante el invierno, se traslada a vivir con su hija a la población cercana de Navalpino.

La llegada del buen tiempo para él es el momento más deseado, porque suele volver a su pueblo, a su casa, a su calle, a su plaza, donde sus amigos le esperan para compartir largas e interminables charlas.

Hoy ha vuelto de nuevo a Arroba, pero no lo ha hecho para quedarse, a pesar de que la primavera ya ha llegado; lo ha hecho porque sus vecinos y su Ayuntamiento querían darle una gran fiesta y celebrar con él una fecha tan redonda y señalada, como son cien años. 

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