El Papa vive rodeado de lo que quiera y desee, efectivamente, pero habita en un espacio limitado de 70 metros cuadrados dentro de una residencia. Dando ejemplo. Y lo predica desde que llegó, muy apegado a la tierra y en contraposición a lo que hemos conocido hasta ahora, salvo honrosas excepciones, dentro de lo que sería la Iglesia de alta alcurnia. Esa Iglesia con la que muchos jóvenes no se identifican porque no les representa. Justo lo que desea cambiar Francisco. Y por eso es el primero en ser como los demás. Que hacía falta.
Lo que le hace caer bien, más que bien, entre los que creen (aunque a algunos les ha descuadrado porque se está muy bien resguardado en torno a una Iglesia elitista) e incluso entre muchos de los que no. Nadie como él para representar a la Iglesia de los humildes, de los desheredados, de los parias, de los indigentes, de los que no tienen ni dónde caerse muertos, de los que nadie trata de «don», de los que rezan y nadie les escucha, de los que son pisados un día sí y otro también…
Pero parece que Tasicio Bertone, ex secretario de Estado del Vaticano, ha decidido que eso de la Iglesia pobre para los pobres pues como que no va con él y entiende que su retiro, que no dudo que sea espiritual pero muy alejado de la tierra, tiene que ser no en 70, no, que la suya va a ser 10 veces más grande. Esto es, en unos 700 metros cuadrados de ático de lujo para que el cardenal pueda descansar. Con cargo al Vaticano, claro. Con cargo al que contribuye a diario por una causa en la que cree y da incluso lo que no tiene.
Una cosa es predicar y otra dar trigo.
Esos «pequeños» detalles que hay que cuidar y que dan ejemplo porque la Iglesia tiene millones de fieles a su alrededor. Crean o no.
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