domingo, 24 de noviembre de 2024
12/06/2014junio 9th, 2017
César del Río César del Río

El escritor Javier Reverte dice que «prefiere una lámpara que adorne bien y alumbre que una cerilla que puede quemar la casa… ¡Viva un Rey sin mando y que hable inglés!». Ja, ja, ja… ¡Vaya un cachondo! Pero que está a favor de un referéndum en el que sean los españoles quienes decidan. Sí, añado yo, quieren decidir si la máxima autoridad del Estado ha de tener sangre azul, roja o medio desteñida (no me lo tomen a mal lo de los colores). Es lo más lógico, gane luego quien gane, que las encuestas dicen que Felipe VI se las llevaría de calle. Dicen y hablo de las encuestas, oiga.

Porque escuchar eso de que lo que no está en la Constitución no existe en la vida política y social de España, como nos soltó hace unos días el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, pues es cierto si nos atenemos al espíritu puro y duro de la letra, pero suena a rancio. Y a caduco. Hablaba de la posibilidad legal, o no, de una consulta para decidir entre Monarquía y República. La Constitución está para definir, como ley fundamental del Estado, el régimen básico de nuestros derechos y libertades y, ojo, los poderes e instituciones de la organización política. Pero no era lo mismo la España de 1978 que la de 36 años después.


Que los tiempos cambian a pesar de algunos. Afortunadamente.

¿Por qué tener miedo siquiera a preguntar a quienes forman el meollo de toda esta historia, como son los españoles? Llegado el momento del debate, que alguna vez tenía que ocurrir, como es absolutamente normal es un país a priori del primer mundo, pues que cada uno decida con sus razones. Pero eso de cerrar por sistema la puerta de la opinión con una llave que sólo manejan algunos, pues como que no. Sea usted más favorable a un Rey o a un presidente de la República, se llame Juan Carlos, Felipe, José María, Felipe otra vez, Mariano o José Luis (les suenan esos nombres, ¿eh?).

El que paga elige, coño, que aquí las dádivas no son «reales», e igual que las urnas deciden quiénes nos gobiernan cada cuatro años, aquí nadie pone en duda que es la papeleta que deposita el ciudadano quien quita y da. ¿Qué mejor que una Monarquía o una República refrendada por los «súbditos»? Aunque ahora mismo piense que ganaría Felipe, el real. Y aquí vuelvo a citar a Reverte, «¿se imaginan a Aznar, a Felipe (González), a Zapatero o a Rajoy como presidentes de una República? Me voy a Groenlandia llegado el caso».

Programa, programa, programa… Se acuerdan, ¿verdad? Pues tampoco estaría nada mal, ahora cito al gurú Fernando Savater, que los partidos políticos favorables al cambio de estatus organizativo llevaran en sus programas, y sin ambages, la urgencia de cambiar Monarquía por República. En unas elecciones generales se decidiría un posible giro republicano. O el sostenimiento monárquico. Pero que la teoría no se coma a la práctica: habría que eliminar, llegado el caso, derechos históricos, supervivencias clericales educativas… Savater dice: «De nada sirve cambiar al Rey por un presidente y luego predicar el derecho a decidir de los pueblos, algo más arcaico y anticívico en nuestras circunstancias que el peor monarca».

El debate se ha abierto. Por fin. La historia no la deberían escribir ni los ganadores ni los perdedores, sino todos. Y elegir entre Monarquía o República debería ser algo normal. Sin más historias. Por eso los partidos políticos que lo prediquen deberían llevarlo junto a todos esos rollos que nos cuentan cuando llegan las elecciones. Sin ningún miedo. Más legitimidad, para la Monarquía o la República, sería imposible.

@CesardelRioPolo

cesardelrio@encastillalamancha.es

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