Agustín Yanel
Los dirigentes de los partidos políticos y los responsables de las empresas que han hecho sondeos electorales analizarán el resultado de las elecciones generales del 23J como mejor les convenga. Como ocurre siempre, cada cual va a contar la feria según le ha ido en ella, pero hay algunos hechos que nadie puede negar: el PP tiene muy difícil, prácticamente imposible, formar gobierno; y la izquierda ha frenado a la ultraderecha y ha hecho que Vox sea el gran perdedor en estos comicios, al bajar de 52 escaños a 33 y no entrar en el Senado.
El PSOE, al que casi todas las encuestas y muchos tertulianos y medios de comunicación vaticinaban otro batacazo tras el que sufrió en las elecciones municipales y autonómicas de mayo, no solo no ha sufrido el desgaste que siempre afecta al partido que gobierna en épocas de crisis, sino que ha tenido más votos, dos escaños más (122 frente a 120) y ha quedado a 1,4 puntos y a 331.000 votos del PP.
El PP ha logrado 136 escaños, 47 más de los 89 que tenía, gracias en parte a que ha recibido el apoyo de muchos votantes de Ciudadanos. Pero su victoria ha sido amarga, porque no ha llegado a los 150 escaños que Feijóo apuntó como necesarios para poder formar gobierno junto a Vox.
Los pactos de gobierno con Vox han perjudicado al PP
Dicen los expertos que al PP probablemente le han perjudicado sus pactos con Vox para gobernar en varias comunidades autónomas y en más de un centenar de ayuntamientos, porque los votantes más moderados del Partido Popular no ven con buenos ojos que éste acepte las exigencias del partido de ultraderecha, como ha venido haciendo: le ha dado las consejerías o concejalías encargadas de la cultura, la seguridad ciudadana, la violencia de género, la inmigración, el medio ambiente o el colectivo LGTBI y, desde ellas, el partido que lidera Santiago Abascal ha empezado a adoptar medidas nada democráticas.
Los 31 diputados y tres millones de votos que ha obtenido Sumar, la candidatura liderada por Yolanda Díaz que ha agrupado a 16 partidos a la izquierda del PSOE, es un buen resultado. Le ha perjudicado el lamentable espectáculo que han protagonizado algunos de sus dirigentes en declaraciones públicas y en las redes sociales sobre si Irene Montero debía ir en la candidatura o no. Probablemente ha habido personas de izquierda que han decidido no votar a quienes, por lo que se ha visto, se peleaban por determinados puestos en las listas.
Los partidos nacionalistas e independentistas, excepto EH Bildu, han sufrido pérdidas que en algún caso son muy significativas: Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) baja de 13 a siete escaños; Junts pierde uno y se queda en siete; la CUP se queda sin los dos que tenía y no estará en el Congreso; el Partido Nacionalista Vasco (PNV) se deja un escaño y se queda con cinco. Teruel Existe y Nueva Canarias tampoco estarán en la Cámara Baja porque han perdido el escaño que tenía cada uno. EH Bildu sube de cinco a seis.
Han fallado muchos pronósticos
¿Qué dirán ahora algunos politólogos y periodistas tertulianos que durante la campaña electoral daban por seguro que el PSOE y Sumar se iban a hundir frente a un PP que podría gobernar con la ultraderecha, como ha hecho en varias comunidades autónomas y en muchos ayuntamientos?
¿Qué dirán Alberto Núñez Feijóo y quienes le secundaron en las sospechas que lanzó sobre la supuesta imposibilidad de votar que tendrían miles de personas que solicitaron el voto por correo, porque probablemente no les llegaría a tiempo? Esta empresa pública y sus trabajadores han hecho un notable esfuerzo y han conseguido repartir los sobres de votación a los dos millones y medio de personas que los pidieron, y merecen un aplauso público.
El resultado de estas elecciones debería hacer reflexionar a los dirigentes políticos y más de uno tendría que hacer autocrítica por lo que ha dicho o ha hecho durante la campaña electoral. Ahora llega un tiempo de negociaciones difíciles, con el fantasma de tener que repetir las elecciones sobrevolando.