¿Cómo es el hambre, Cipriano?… Una persona que tiene hambre, ¿se puede comportar y pensar las mismas cosas que quién no lo tiene o el hambre lo puede todo? ¿Se puede ser “normal” cuando se pasa hambre?… Estas preguntas las ha contestado alguien que lo pasó y que dedicó el resto de su vida no solo a sacar a su familia de las inmensas calamidades que padecieron en la postguerra españoles, sino que, además, trata de evitar el hambre a miles de personas. Naturalmente hablamos de Cipriano, «el amigo de los pobres», una institución en Toledo, pero cuyo nombre ha dado la vuelta por las televisión de toda España.
Y es que… Eso de decir… ¡Hala hijos, a dormir y mañana será otro día!…
Conozcan su experiencia durante los más de 50 años que lleva ayudando a los demás a comer en las próximas líneas, que forman parte de la entrevista íntegra que publicamos en portada.
“NO SE PUEDE DECIR LO QUE ES EL HAMBRE SI NO SE PASA”
¿Cómo es el hambre, Cipriano?
Pues el hambre es muy malo. Eso no se puede decir si no se pasa. Es una cosa muy difícil de explicar, muy lamentable y es realmente muy doloroso.
Una persona que tiene hambre, ¿se puede comportar y pensar las mismas cosas que quién no lo tiene o el hambre lo puede todo? ¿Se puede ser “normal” cuando se pasa hambre?
Puede ser una persona normal, pero es muy difícil. Está pensando de una forma que quizás de otro modo no es posible pensar si no se tiene hambre…
¿Se tiene miedo, angustia, desesperanza, dolor…?
No, no, miedo no. Siempre que no sea una persona viciosa que trata de robar o cualquier cosa, sino que trate de hacerse con alimentos, pero siempre a la buena de Dios. O sea, ni robando ni ir lastimando a nadie, porque eso no tiene sentido de ninguna clase. Pero el hambre es algo especial, ¿eh?… Pero muy especial…
“EL HAMBRE NO SE OLVIDA NUNCA, AUNQUE VIVIESES 5.000 AÑOS”
Y una vez que se pasa hambre, no se olvida nunca esa sensación…
No, claro, eso no se puede olvidar nunca. Eso no se olvida nunca, nunca. Eso de decir… ¡Hala hijos, a dormir y mañana será otro día! ¡Eso no se puede olvidar nunca!
(Traga saliva y para. Se emociona recordando).
Aunque vivieses 5.000 años…
Tú lo pasaste.
Sí, yo lo pasé.
A ti te dijeron más de una noche… Hala, a dormir…
(Suspira y vuelve a tragar, saliva. Los ojos se le empañan. Y es que el hambre no se olvida nunca, “ni aunque vivieses 5.000 años).
Tranquilo… Ya no pasas hambre. Ni tu familia… Ni otra mucha gente, gracias a ti.
Ya… (Muy emocionado)… Claro… Más de cuatro noches me dijeron eso. Porque eran épocas muy malas, evidentemente. ¡Es que era una guerra! La guerra es la destrucción, es el sufrimiento del ser humano… La guerra no tiene otro sentido más que ése, sufrimiento del ser humano y especialmente de las personas bajas, digamos.
La gane quien la gane, la mayoría pierden…
Claro, sí. La guerra es guerra y de una manera o de otra pues es guerra para todos.
“MIS HIJOS NO HAN TENIDO COSAS ESPECIALES, PERO NO LES HA FALTADO SU COCIDITO, SUS JUDÍAS, SUS LENTEJAS…”
Afortunadamente tú no has tenido que decirle a tus hijos cosas como… Hala, a dormir, que mañana será otro día… Tú sí pudiste dar de comer.
Gracias a Dios yo no lo he tenido que decir. Ellos han tenido su platito de comida, no han tenido cosas especiales, pero no les ha faltado su cocidito, sus judías, sus lentejas y cositas de esas… Cosas que yo eso ni lo había visto ni siquiera.
“YO EMPECÉ A COMER CUANDO ME METÍ DE FRAILE”
¿Cuándo empezó a comer con normalidad?
Yo empecé a comer cuando me metí de fraile…
Por eso le mandaron al Seminario, para que comiera y para quitarse una boca…
Para que comiera, claro.
Como tenían que hacer muchas familias.
Sí, sí, sí; claro. Porque es que era punto imposible…
¿A qué se dedicaban sus padres?
Mi padre era el contable de una finca de El Robledo, pero con lo que ganaba pagaba mi madre el pan y punto. Y al “fiado” todo el mes. O sea, que… Es que no había…
“LOS MILITARES DEL PUEBLO ME DABAN PAN PARA QUE COMIERA TODA MI FAMILIA, ÉRAMOS NUEVE HERMANOS”
Y eráis unos cuantos hermanos.
Éramos nueve. Y gracias al pedir. Yo me hice una vez amigo de los militares y solucioné una papeleta increíble en mi casa. Fíjese hasta dónde llega el hambre que un día estando yo sentado en una piedrecita yo vi un camión militar… Entonces estaban los militares en los pueblos. Y vi un camión descargando cestos de panes y yo sentadito en frente veo el camión y me acerqué. ¡Lo que es hasta dónde llega el hambre, ¿eh?! Me acerqué a pedirles un trozo de pan. Y uno llamó a otro, y a otro, y al otro y ya salió uno que me dice: ¿tienes hambre, hijo?. Y yo dije: sí. Y me cogió de la manita y me pasó para dentro, para las cocinas. Tenían un lomo atado con una cadena y yo iba entre las piernas del militar, ¡cagadito de miedo!… Y el me decía, no te preocupes hombre… Me subieron a las cocinas y no sé si me comí dos o tres platos y uno de ellos ya dice: no le deis más comida al niño ya, que no puede ser que coma más ya la criatura…
“LA PRIMERA VEZ QUE COMÍ BIEN TENÍA CUATRO AÑOS Y ME DIERON DE COMER LOS MILITARES”
¿Cuántos años tenía?
No creo que tuviese más de cuatro añitos.
Y era el primer día que comías bien y en condiciones en toda tu vida.
Sí… ¡Aquéllo fue una mina que yo encontré, ¿eh?! Después de darme de comer me dieron las barras que podía llevar a casa. Y al día siguiente volví. ¡Fíjese lo que es el hambre! ¡Yo era una criatura! Pero fíjese como captas la hora más o menos de cuando venía el camión, sin tener ni idea de lo que era un horario, evidentemente. ¡Fíjese el hambre hasta dónde llega! ¡Es sabio, vamos!
Y los militares te volvieron a dar pan…
Sí. No me preguntaban, ya sabían ellos que la cosa estaba muy mal. Me preguntaban por los hermanitos que éramos.
Y te daban pan cada día.
Sí, sí, todos los días llevaba cuatro o cinco barras de pan a mi casa, las que podía llevar.
Y hasta el seminario, poco más que pan cada día. ¿Cuántos años tenía cuando, como dices, te metiste a fraile?
Unos 14 o 16.
O sea que hasta esa edad no comiste con regularidad.
Claro, claro…
¿Qué recuerdas de aquella época en el seminario?
Recuerdo bien, porque éramos 18 entonces y teníamos nuestras clases y también limpiábamos, guisábamos y trabajábamos mucho… Allí hacíamos de todo. Coser y todo.
¿Llegó a ordenarse sacerdote?
No, porque me querían hacer sacerdote, pero me mandaban a Santo Domingo, que había dos padres mayores que querían que alguien les atendiese allí y cantase misa. Y yo les dije que no, que yo allí no iba, porque no… Además, luego mis padres cuando iban a verme yo les preguntaba y ellos me decían: ¿pues cómo vamos a estar, hijo?; mal. Y eso fue lo que me echó fuera del convento.
“CUANDO DEJÉ EL CONVENTO ME COLOQUÉ Y SAQUÉ DEL HAMBRE A TODA MI FAMILIA”
No se habían podido solucionar las cosas en tu familia.
No, no, no… Las fui solucionando yo. Me salí de fraile y me coloqué enseguida en una multinacional y me puse a trabajar y enseguida que yo gané un dinerito me quedé con un piso. Ese pisito le arreglé, lo que ganaba me lo gastaba en arreglar el pisito y conseguí arreglarlo, comprar camas, comprar barreños, sartenes, cacerolas… Todo… Para traerme a mis padres. Les hice la matrícula a mis hermanitos y les compré cuadernos, lapiceros, pantalones, camisitas, todo… Les preparé todo, de manera que llegaron aquí y al día siguiente fueron al colegio.
¿Era el mayor de los nueve?
No, soy el tercero.
Sacaste del hambre a tu familia.
Claro. Y ya nos fuimos haciendo mayores, nos fuimos colocando y aquí estamos.
Usted nació en agosto del 36, nada más estallar la Guerra Civil. ¡Vaya momento para nacer!
Malo. En esa época todos los meses eran malos. Es que el ser humano llega a estas cosas. Yo no entiendo por qué el ser humano es de ese modo de ser.
Después de conocer a tanta gente, ¿no ha entendido qué lleva a los hombres a comportarse como bestias?
No lo entiendo, en mi mente no entra que un señor tenga palacios y palacios, fincas y fincas y otras personas no tengan nada… Yo es que no sé… En fin… Hay gente de todo, hay gente muy buena… Yo si tuviera esas cosas lo aparcelaría y daría a la gente para que tuviese sus casitas.