Aún no han pasado seis meses y éste 2014 ya ha traído por sí solo más cambios profundos que varias décadas anteriores. En la primera mitad del año ha caído un rey, un secretario general del PSOE, los directores de los principales periódicos del país (incluido el histórico Pedro J. Ramírez); han dimitido dos secretarios generales autonómicos del PSOE (ni más ni menos que los de Cataluña y País Vasco); se han celebrado unas elecciones que han dejado tiritando al bipartidismo; se tambalea el partido que más años ha gobernado España; irrumpe una fuerza que nadie vio venir tal y como ha llegado; dos dirigentes territoriales del PP, el partido donde el dedazo se considera con categoría de excelencia, piden algo parecido a primarias (sin pronunciar la palabra, hoy por hoy asociada a los socialistas)… Amplíen la lista con sus propias observaciones, porque soy consciente de que me quedo corta.
¿Se pueden pedir más acontecimientos a un semestre? Y aún queda el segundo. ¿Alguien se atreve a aventurar el diario de los próximos seis meses de 2014?
El mundo cambia a ritmo de vértigo y España es uno de los lugares dónde va más rápido. Quizás porque hacía más falta. O quizás porque lo que había funcionaba peor que la media y los daños han sido muy superiores a los registrados en otros países.
Han cambiado las preguntas y las respuestas. Y nadie sabe exactamente las que son. Cambios que costaban décadas o siglos ahora se dan en un semestre. Apenas tenemos tiempo de contarlos, mucho menos de analizarlos y comprenderlos en todas sus facetas. El divorcio de la ciudadanía y sus élites avanza imparable y amenaza con irreparables consecuencias si los que toman las decisiones no se enteran. Y, de momento, parece que no se dan mucha cuenta.
La cosa ya no consiste en ser de derechas o de izquierdas. España parece dividida entre los que mandan y los que no, sean de derechas o de izquierdas. Los que tienen privilegios y los que carecen de ellos. Las élites, formadas por representantes políticos, económicos, financieros, empresariales y algunos estamentos juiciales, frente al pueblo, al que cada vez le cuesta más todo y al que se pretende culpabilizar y hacer pagar la cuenta por haber vivido por encima de sus posibilidades, que es algo así como haber dispuesto de los médicos y maestros necesarios para vivir como uno piensa que se debería vivir llegado el siglo XXI.
Aforamientos, coches oficiales, pensiones vitalicias, gastos pagados, decir una cosa y hacer otra, son un mal recetario para quienes pretenden seguir consiguiendo la confianza de los ciudadanos. Para ganárselos, nada mejor que conocerlos y eso exige vivir como ellos.
¿Cuesta tanto entenderlo?
A ver si le vamos a pedir transparencia solo a la Corona. ¿Tenemos que conocer cómo se gasta el dinero público la Casa Real? Sí.
Y ni un ápice menos de transparencia para las demás instituciones políticas, económicas, financieras y judiciales. A ver si vamos a saber lo que gasta en peluquería la reina Letizia y va a ser un secreto lo que hacen con el presupuesto ministros, consejeros o alcaldes.
Y mantengo mi pregunta: ¿Alguien se atreve a aventurar el diario de los próximos seis meses de 2014?