domingo, 24 de noviembre de 2024
10/07/2014junio 9th, 2017
César del Río César del Río

30 cadáveres encontrados en un barco que iba cargado de refugiados, abarrotado con 600 personas más que lo único que desean es salir de la miseria más miserable para descubrir al menos que la civilización existe y poder mirar con sus propios ojos que hay vida más allá de la muerte segura, o cuanto menos la podredumbre que minuto a minuto les espera en sus países de origen. Ha sido en las costas italianas, en el Canal de Sicilia, donde las autoridades intentaban socorrer a las personas más necesitadas de ese buque de la muerte y se encontraron con el macabro descubrimiento. Uno más, porque ni es la primera vez que van a leer sobre esto ni será la última. Y, por supuesto, Europa sigue mirando para otro lado cada vez que sucede, conmoción general, noticia de informativo y vuelva usted mañana que va a haber más de lo mismo.

Muerte por asfixia. Italia y España son lo que los sin tierra, los sin comida, los sin bebida, los sin nada ven como, no la única, sino la última salida llena de desesperación que tienen frente a sus ojos. Ya el fin de semana pasado atendieron a más de 1.500 personas que arribaron en otros siete barcos con olor a muerte desde que salieron del punto de partida. Con billete de ida pagado a las mafias y con palo para que te vuelvas. Pero la ola se repite sin cesar. Tanto que en muchas ocasiones ya no es noticia porque se convierte en el día a día. Como nos hemos acostumbrado a los magrebíes sobre la valla melillense.


El grito del hambre que llama a las puertas de Europa y que nadie las abre. Hartos estamos también de escuchar la desesperación de las autoridades melillenses y sicilianas clamando que esa Europa a la que votamos se decida de una vez a intentar resolver un problema que no es competencia exclusiva de dos países, sino de todo un continente.

Las cifras son para que nos abochornemos: desde comienzos de este mismo año, más de 60.000 inmigrantes y refugiados que huyen de la guerra en busca de una vida mejor han llegado al sur de Italia. Es difícil desde aquí ponerse en su piel. Pero piénsenlo durante un minuto. Claro que no tenemos la culpa de lo que sucede en ese Cuarto o Quinto Mundos donde nunca ha llegado la razón y en los que impera la violencia y la ley de la selva pero sin la inteligencia animal, pero sí que podemos tender la mano, que es lo único que tenemos, para que se agarren con fuerza a ella.

Pero para eso hay que estirar el brazo.

@CesardelRioPolo

cesardelrio@encastillalamancha.es

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