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Tres muestras 05/08/2014junio 9th, 2017

Nueva York, la ciudad que siempre mira hacia delante, retrocede 400 años para conmemorar la muerte del pinto Doménikos Theotocópuli, más conocido como el Greco, y cuya obra repasarán dos vacas sagradas de las instituciones artísticas de la ciudad: el Museo Metropolitano y la Frick Collection.
Esta fiebre por el Greco no es nueva, pues ha sido, desde hace ya décadas, uno de los artistas favoritos de los coleccionistas en Nueva York.

Pero este año tendrá tres síntomas: el primero, quizá el más leve pero también el más atípico, es la exposición que hoy se inaugura en la Frick Collection, «Men in Armor», abierta hasta el 26 de octubre.


El segundo será la exposición «El Greco in New York», que desde el 4 de noviembre hasta el 1 de febrero de 2015 organizará el Museo Metropolitano (Met), el más grande de la ciudad, que en conjunción con la Hispanic Society de Estados Unidos reunirá la colección del pintor más importante, al margen de la del Prado de Madrid.

Y el tercero será de nuevo la Frick Collection, que hará una prolongación de la exposición del Met juntando las tres obras que posee del pintor de los rostros ojivales y las siluetas alargadas: «La purificación del templo» (1600), «San Jerónimo» (1590-1600) y «Retrato de Vincenzo Anastagi» (1575).

Este último cuadro es el que centra, a modo de aperitivo, «Men in Armor» y puede considerarse por su significado dentro de la trayectoria del Greco (1541-1614) toda una rareza: un retrato ajeno a toda espiritualidad y realizado como carta de presentación para encontrar mecenas en Italia, dos años antes de instalarse en Toledo.

En la ciudad española fue donde alcanzaría el reconocimiento y se imbuiría del imaginario católico hasta pintar la que probablemente sea su obra maestra, «El entierro del Conde Orgaz», donde dividía cielo y tierra con un friso de cabezas de las personalidades más importantes de la época.

Pero antes, en Roma, fue un pintor más haciendo lo que hoy se conoce como «networking», retratos mucho menos conocidos que los que realizaría en España, entre ellos el célebre «El caballero de la mano en el pecho» (1580).

COMO RETRATISTA

«La carrera del Greco como retratista no ha sido estudiada mucho hasta ahora. Era excelente y para entender mejor esta parte de su carrera hay que buscar en su época en Italia. Solo tres retratos de este período han sobrevivido, y el de Vincenzo Anastagi es el más importante y el último de ellos», explica a Efe el comisario de la exposición, el coreano Jeongho Park.

Frente a él, a modo de comparativa, «Men in Armor» se completa con otro retrato: el que Scipione Pulzone realizó a Jacopo Boncompagni en 1574, en el que se puede observar la «glamurización» del retratado y su armadura, en contraste con la sobriedad, el realismo y la espléndida técnica aplicada a una armadura simplemente metálica que desarrolló el Greco.

A pesar de su pericia, o precisamente por los detalles de ese metal brillante, de esas canas sutiles en la patilla del retratado o esa piel con arrugas e imperfecciones, «podemos suponer que no tuvo éxito, porque a los dos años se estaba yendo a España sin mecenas».

Park asegura que, al margen de los valores artísticos, es más elocuente sobre lo que fue el Greco su pintura secular que su pintura católica.

«No se sabe nada a ciencia cierta sobre su espiritualidad», asegura, pero sí confirma que era «un pintor que estaba hambriento de estatus y ansioso por ser exitoso, tanto en los círculos artísticos como de manera universal».

Así, Park reconoce que «lo más fascinante» que ha aprendido mientras hacía más investigación sobre el Greco es «el nivel de intelecto que tiene. Cómo usa ese intelecto y su invención artística para alcanzar sus ambiciosas metas».

El Greco estudiaba y hacía anotaciones sobre las teorías artísticas de Giorgio Vasari o Daniele Barbaro y, después de buscar adaptarse a los cánones primero del arte postbizantino en Creta y luego de la Escuela Veneciana en el Renacimiento en Italia, finalmente encontró su estilo único en la España del siglo XVII.

Un estilo, no obstante, que no alcanzó el aplauso unánime hasta llegado el siglo XX. «En la historia del coleccionismo de Estados Unidos, el Greco tiene un significado enorme. Ha sido señalado por muchas escuelas como inspiración para el arte moderno y contemporáneo», dice Park.

«Creo que el 400 aniversario de su muerte es una gran oportunidad para revisitar a este maestro y para aprender más sobre su contribución al mundo del arte», concluye.

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