La Delegación Diocesana de Misiones de Toledo y la Dirección Diocesana de Obras Misionales Pontificias acaban de recibir novedades del misionero javeriano padre Luis Pérez desde Sierra Leona, que agradece a los medios de comunicación «el bien que hacéis dando a conocer estas situaciones para que los cristianos y la ciudadanía reaccionen, nos acompañen con su seguimiento, afecto, oración y ayuda».
En Sierra Leona, los misioneros siguen con atención la evolución del ébola, si bien «las cosas siguen más o menos igual que en la última comunicación y la incidencia del virus sigue creciendo aunque parece que con menos fuerza y velocidad, los infectados aumentan aunque la mortalidad se ha reducido un poco, la gente está más concienciada, la información y la vigilancia es mayor y también los esfuerzos de las autoridades sanitarias para detectar y aislar los casos y los muertos». Así lo explica el misionero javeriano, natural de Toledo, Luis Pérez.
Al mismo tiempo, reconocía que la noticia del fallecimiento del padre Miguel Pajares, y «todo lo acontecido por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en el hospital de Monrovia, ha sido un desastre que a todos nos ha conmovido».
En estos momentos, viven con medidas de restricción de movimientos de personas y mercancías, se ha prohibido las aglomeraciones, manifestaciones, reuniones grandes y desaconsejado las pequeñas, «teóricamente se han aislado algunas ciudades y aldeas más afectadas, algunos distritos han sido cerrados a toda salida y entrada de ellos por 21 días (lo que dura la incubación del virus)».
El padre Luis reconocía que esta situación genera una «sensación de inseguridad y de inquietud» y que todo ello afecta también a la economía. De hecho, «los precios han aumentado un 30 por 100 por lo que la gente, la mayoría pobre, que antes tenía dificultades para sobrevivir ahora está peor».
«En fin, un destare desde muchos puntos de vista» y parece que continuará hasta diciembre o enero «cuando la situación debería cambiar de signo y la influencia y la fuerza del virus debería remitir».
Pese a que ellos están bien, «trabajando bajo mínimos, dadas las restricciones, y tratando de intensificar la prudencia en lo referente a los contactos» lo que llega a ser «una lata», es inevitable sentir cierta «inquietud que te acompaña todo el día y que te hace sentir un tanto inseguro y receloso de lo que pueda pasar».
El padre Luis reconoce que «en tiempos como estos los misioneros, las misioneras y la Iglesia experimentamos una cierta impotencia al no poder hacer mucho. Seguimos aquí, intentando mantener la esperanza y acrecentarla en las comunidades cristianas, fomentando la unión, la solidaridad y la fraternidad de forma que podamos todos afrontar la situación como hermanos y haciéndonos un poco cargo los unos de los otros».