«Desde hace ya algún tiempo, se ha puesto de moda la figura del mediador.
El origen de la mediación data de tiempo inmemorial. Ante las discusiones vecinales, existían los denominados «hombres buenos» que mediaban en las contiendas y eran aceptados en esta labor por la generalidad de los vecinos que les buscaban para sofocar disputas, reyertas y discusiones acaloradas de cualquier índole en los pueblos.
Estos hombres buenos, eran personas normales, que no tenían por qué tener estudios, considerados justos y respetados por todos.
La figura del mediador surge o nace de aquella y actualmente se ha llevado a la actividad docente, como algo que se puede estudiar.
Es frecuente ver en las tarjetas de visita y en los logos publicitarios de abogados y otros profesionales esta titulación: «Mediador familiar». Es también frecuente y resulta sorprendente que la titulación no vaya acompañada por la actitud personal de mediar de la persona que ha realizado su master y ha superado todas sus materias seguramente con buenas notas. La puesta en práctica de lo estudiado resulta algo más complicado. Estos mediadores de aprendizaje, no entienden que para realizar esta labor hace falta algo más que un master, y que lo necesario para mediar no son tanto conocimientos sino algo intrínseco y natural que todo mediador debe tener para realizar su labor, es decir, esa actitud ante la vida que han tenido los hombres buenos que desde siempre han realizado mediación.
Podríamos concluir, dentro de este razonamiento, que el mediador nace, no se hace. Es cierto que, si se complementa con conocimientos y formación esa actitud de hombre bueno y justo ante la vida, se conseguirá un mediador completo y con herramientas suficientes para llevar a buen puerto muchas contiendas en todos los ámbitos de las relaciones personales: familiar, laboral, mercantil…
«Formemos hombres buenos para conseguir grandes mediadores»
«Formemos mujeres buenas para conseguir grandes mediadoras».
Eva Cabello es abogada.