A la hora de beber una copa de vino hay que elegirlo con cuidado para conseguir casarlo bien con el plato que van a comer. Un aliado en la mesa y también en la salud, siempre y cuando se tome con moderación y responsabilidad.
Decía Camilo José Cela que se bebe por cinco motivos: «por la llegada de un amigo, para calmar la sed del momento, para evitar la sed futura, por la bondad del vino y por cualquier motivo diferente a estos», eso sí, a la hora de acompañar un plato hay que elegirlo bien para disfrutar aún más de los sabores.
Los expertos recomiendan tomar los blancos bien fríos, los rosados a una temperatura entre 10 y 12 grados y los tintos deben presentarse en la mesa a temperatura ambiente.
COMPAÑERO EN LAS COMIDAS
A la hora de combinarlo con un plato, los blancos son perfectos para cualquier clase de pescado o marisco, además casan muy bien con los quesos frescos y semicurados. Los rosados pueden servirse con guisos tan variados como la caldereta, las migas, las pastas o los arroces. Los tintos mejor para los quesos manchegos; para la caza, los estofados y carnes en general, los crianzas.
A ellos hay que añadir los espumosos, que también se elaboran en Castilla-La Mancha, y que pueden acompañar a los aperitivos o a los postres, incluso van bien con el pescado o el marisco.
BENEFICIO PARA LA SALUD
El consumo moderado del vino presenta efectos beneficiosos para la salud humana y, según diversos estudios, es un buen aliado para prevenir enfermedades cancerígenas y cardiovasculares, además de ser antioxidante y actuar de forma positiva sobre el colesterol.