Se hacían eco estos días los medios de comunicación de la campaña que comenzaba a desarrollar la concejalía de Obras, Parques y Jardines a través de su titular, Loreto Molina y la empresa que gestiona los residuos urbanos en la capital regional Valoriza. Ello encaminado a tener una ciudad más limpia, que es Patrimonio de la Humanidad y tener de manera responsable mascotas.
Y amigo, con el clero hemos topado. Nada menos que 10.000 perros, si han leído bien, con cuatro ceros la cifra, es la cantidad de canes que circulan en bastantes ocasiones por los distintos barrios de nuestra monumental ciudad. Que van a repartir bidones y botellas biodegradables para eliminar las heces y los restos de orines que hay en esquinas, árboles, farolas y lo que sea.
Entiendo que la concejal, contra la que nada tengo en contra, al revés, creo que quiere hacer bien su trabajo, sea optimista y nos diga que aplaude el gesto de “que cada vez son más numerosas las personas que van por la calle provistas de su bolsa y botellita…” Y digo yo, que será en su barrio. En el mío, desde luego no. Aún no he contemplado esa estampa. Es más, en varias zonas y lugares, en los alcorques vacíos donde no hay árboles muchos desaprensivos dejan allí a sus perros defecando o arrojando botes y guarrerías.
«No hay sanciones»
Qué más quisiéramos algunos, que realmente estas campañas de sensibilización donde se ofrecen a los dueños de los perros materiales para mantener más limpia la ciudad sirvieran para algo más que propaganda de una buena iniciativa. La verdad es que se lo ponen a huevo al facilitarles tantas cosas y encima “de gorra”. Me niego a ello. Si cada uno se paga el pan que come, la bebida que bebe, la gasolina que gasta, la ropa que vestimos, ¿por qué narices tengo yo que pagar los utensilios de limpieza para los dueños de los perros que no son míos? En este apartado también podemos incluir a los vecinos que ocupan huertos urbanos que les cede gratuitamente el Ayuntamiento sin pagar el agua. Nos es extraño que más de uno en vez de emplear el goteo como sistema de riego lo haga a chorro pelado con la maguera. Y encima bastantes son unos guarros que no hacen lo suficiente para que así no sea. ¡Qué cada palo aguante su vela y se pague lo suyo!
O sea, que algunos pagamos los billetes de autobús para los jóvenes, aunque sea para irse de copas o de botellón. Pagamos los preservativos de muchos chavales que los gastan por la edad que tienen, bolsas y botellitas para los dueños de los perros, el agua de los huertos a los que lo disfrutan ¿Hay quién dé más? Que no, me niego a continuar pagando tanto rollo y tanto gasto gratuito.
Sería bueno saber el número de sanciones que pone, por ejemplo, la Policía Local en nuestra ciudad por aparcar mal llevándose el coche la grúa. Y estaría bien que al inicio de estas campañas nos dijesen cuántas sanciones han puesto los 130 agentes de la plantilla a los dueños que a través de sus mascotas han infringido la legislación al respecto.
Es decir, que como supongo que el lector está deduciendo soy partidario de utilizar mano firme y multar estas infracciones que en la mayoría de los casos pasan desapercibidas. Nos fijamos más en las que cometemos con los coches u otro elemento, pero no en que las calles de nuestra ciudad están penosas de cacas de perros. Es tan evidente que solo hay que andar un poco por los barrios distintos de la ciudad y comprobarlo. Y por supuesto que la concejal no tiene la culpa de la situación y conductas ajenas. Quizá con la restitución de la policía de barrio mejorase el asunto.