Sí, queridos lectores, 2014 ha transcurrido de manera vertiginosa; es decir, dando vértigo, que en definición de la RAE es “apresuramiento anormal de la actividad de una persona o colectividad”. Apresurados, casi atropelladamente, vivimos los acontecimientos actuales como instalados sobre un alambre y sin saber cuánto tiempo podremos resistir sin caer.
Como si se acabara el tiempo, caen mitos en horas y se levantan nuevos héroes en lo que dura una tertulia de televisión. El caso es que en estos últimos 12 meses han desaparecido de la escena Adolfo Suárez, Juan Carlos I, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, Alberto Ruiz Gallardón, Emilio Botín, Isidoro Álvarez y Pedro J. Ramírez, actores de primera en la España de los últimos 35 años. Y solo tres de ellos se fueron por fallecimiento. Al resto se los llevaron las circunstancias, aunque, afortunadamente, uno de ellos, Pedro J, está a punto de volver.
Además, tomó el mando en el PSOE un desconocido, Pedro Sánchez -nunca antes nadie había llegado tan lejos en tan poco tiempo- y amenaza con ser primera fuerza política en las próximas generales Podemos, un partido de meses nacido entre antisistemas, que ahora se propone ser mayoritario como receptor del cabreo generalizado entre los españoles.
En este escenario parece casi imposible vaticinar con certeza lo que ocurrirá en 2015, año vital para la política y la economía españolas, en el que han de celebrarse elecciones municipales y autonómicas en 10 comunidades el 24 de mayo, además de generales a finales de año.
La política ha sido vertiginosa. La economía va más despacio. La recuperación de las grandes magnitudes económicas dista mucho de empapar a la mayoría de la sociedad, que saldrá de la crisis con una brecha social más amplia entre los que más y menos tienen. Las cifras de la economía de España que se aplauden entre los grandes tiburones nada tienen que ver con las cifras de la economía de los españoles, que han perdido poder adquisitivo, llevan años esperando trabajo o han encontrado uno bastante peor pagado que el que tenían. Por si fuera poco, han visto caer la calidad de los servicios públicos que recibían. ¿No les dice nada que el único campo que crece en las aseguradoras es el de los seguros médicos?…
En Europa, modelo vital y de justicia para tantos millones de personas en el mundo, no basta con el cuánto se crece, importa el cómo, que esa riqueza nueva se distribuya y, de momento, no es así.
Los políticos se afanan encargando encuestas para encontrar respuestas a tanta incertidumbre, pero los sondeos ya no son lo que eran y ahora las conclusiones llegan tarde o tienen un vigor casi etéreo. Basta con escuchar la calle para saber que hay que esperar a que baje un poco la inflamación social para intuir qué camino de voto ha elegido tomar cada uno. Suponiendo que baje la inflamación, porque si no… Pónganse en lo peor.
Y con inflamación o sin ella, las cosas ya no serán como antes, porque los grandes partidos en los que han confiado los españoles les han defraudado y mucho. Y lo van a pagar. Solo grandes cambios de comportamiento y mensaje podrán amortiguar el bofetón que viene de camino y dejar las cosas con un cierto orden.