«Estimado club:
Recibo con tristeza y decepción la decisión de “ajustar” los asientos reservados a la «grada social» para el partido de este domingo frente al Almería B. No voy a ser hipócrita, sólo he bajado al Salto del Caballo el día de la final regional, frente al Quintanar del Rey. Soy, en efecto, de los que se han subido al carro en el último momento. Pero como TTV y aficionado de los que estuvieron en Valladolid defendiendo el gol de Paniagua para buscar el ascenso a Primera. O de los que vibraron con el gol de falta de Quini en el Sadar de Pamplona, a mediados de la década de los 90, me siento legitimado para escribirles estas líneas, más ahora que soy padre de un chico de 16 años con autismo y discapacidad intelectual.
Vaya por delante que a mi hijo no le gusta el fútbol. Sus intereses son muy restringidos y, por suerte o por desgracia para nosotros, disfruta más con un buen rato de cosquillas, un cable usado para manipular con las manos u horas de dibujos animados en el móvil. Pero lo que vi el domingo que bajé al campo fue cómo decenas de chavales con discapacidad (psíquica, la mayoría) vibraban con el equipo: animaban, reían, gritaban, se cabreaban… En definitiva, podían sentirse plenamente iguales al resto de aficionados. Todos distintos, todos iguales, gracias al fútbol y al Club Deportivo Toledo. Por eso me pareció una magnífica idea lo de la “grada social”, pasando por alto su ubicación: “con una visión perfecta”, dice el director general de la Fundación, el señor Ricardo Mingorance, pero en un córner junto al fondo y con las gradas llenas de avispas aquel día, lo que hizo que algunos de nuestros amigos se fueran a casa antes de tiempo o con alguna molesta picadura. Imagino que fue algo puntual y ya se habrá corregido.
Mingorance atribuye el “ajuste” (es decir, recorte, reducción, rebaja, disminución) de los asientos cedidos a las asociaciones de la discapacidad a que no se han utilizado todas las entradas solicitadas el resto del año. Imagino que habrá tomado la misma decisión respecto a las invitaciones a las instituciones y empresas patrocinadoras. ¿También les han “ajustado” a concejales, consejeros, directores generales o directivos la asignación? Supongo que no. Lo lógico es que, dada la envergadura de este partido, nadie vaya a faltar, con o sin discapacidad. Finalmente, dice el director general que durante los partidos algunos de los usuarios de la grada social no se han sentado en su asiento, sino en otros del estadio. Que yo sepa, desde tiempos de Gregorio Manzano y Gonzalo Hurtado no se puede deambular libremente por el interior. Para cambiar de una sección a otra hay que acreditar que uno tiene la entrada correspondiente. Es decir, que como mucho habrán ocupado un asiento diferente dentro del fondo, no en los palcos ni en tribuna ni en grada. Aún así, repasando las cifras de asistencia de este año, no creo que ningún aficionado sin discapacidad se haya quedado sin ver el partido porque otro de la “grada social” le haya quitado el asiento. Suena a cachondeo.
En definitiva, no pongo en duda el compromiso del club pero lamento cómo se ha gestionado el reparto de entradas en este último partido. Si finalmente han reservado para las personas con discapacidad 92 de las 200 habituales, ¿merecía la pena por 108 entradas enturbiar la imagen de nuestro Toledo? Estoy seguro de que en 2ª RFEF la gestión será muy diferente.
Un saludo afectuoso y… ¡¡vamos, mi Toledo!! (aunque lo veremos por la tele)».
Fernando Bernácer, periodista de Radio Castilla-La Mancha y papá de un niño distinto pero maravilloso.