Suena el teléfono en la redacción de ENCLM, un hecho cada vez más inusual en estos tiempos, y el que pronto se identifica como el triatleta Arturo González Sánchez, afincado en Toledo, asegura que tiene una digna historia que contar acerca de una mujer «un poco tímida», su pareja, Débora Vaquerizo Santurde, también triatleta, que en cuanto habla abandona su supuesta timidez por una simpática elocuencia cuyas palabras, efectivamente, corroboran lo interesante del relato.
La historia de Débora Vaquerizo
Cuenta Débora, natura del pueblo toledano de La Mata, que la pandemia, como le pasó a todo el mundo, fue un tiempo duro. Perdió además a su madre por un cáncer y el hecho de conocer a Arturo y su pasión por el triatlón la convencieron definitivamente de las bondades del deporte para superar obstáculos, malos momentos, «sufrimientos que no eliges» y en general como vehículo de canalización emocional. Arturo se convirtió entonces en su mentor, el entrenador de una «admiradora» de la larga distancia como esa manera de vehicular positivamente las emociones.
Lo curioso del relato llega ahora: Débora lleva entrenando desde diciembre del año pasado y, con solo dos pruebas completadas como ligerísimo equipaje, ya le ha dado tiempo a clasificarse para el Mundial de Ironman que se celebrará en Niza (Francia) el próximo 22 de septiembre.
Su cortísimo (pero suficiente) bagaje competitivo
Su primera prueba completada fue el Campeonato Regional Olímpico (en la que fue tercera de CLM en distancia olímpica), celebrado el pasado mes de mayo, y la segunda y última, el pasado mes de julio, el Ironman de Vitoria, donde la organización le concedió uno de los seis pases (slots) o pasaportes para el citado Mundial, que la deportista toledana, de 42 años, disputará en su grupo de edad (40-44). Dichos pases se conceden dentro de cada grupo de edad y según el número de carreras de cada país.
El Ironman es una salvajada de prueba que consiste es una serie de carreras organizadas por World Triathlon Corporation. Los participantes tienen que cubrir tres pruebas extremas: 3,86 kilómetros de natación en mar abierto, 180 kilómetros de ciclismo (ascensos y descensos) y 42,2 kilómetros de carrera a pie (maratón, como tal). La carrera tiene un tiempo límite de 17 horas.
Para esta profesora de educación física y por tanto siempre vinculada al deporte, este ha sido «una válvula de escape». Lo ha practicado en varias modalidades, aunque en 2018 tuvo que dejar de correr por una lesión en una rodilla. «La preparación es difícil pero estoy súper orgullosa. La gente que te quiere, te espera. Requiere mucha disciplina», se explica, aparcada definitivamente su timidez.
¿Qué espera para el Mundial? «Mejorar los tiempos y dedicarlo a mi entrenador, mis amigos, mi madre y a mí misma», contesta en seguida quien se siente tan orgullosa de sí misma por haber encontrado en el «sufrimiento elegido» del triatlón una buena forma de disfrutar de la vida.