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05/02/2015junio 8th, 2017
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Nadie puede permanecer impasible ante las imágenes de la Puerta del Sol como colofón a la manifestación convocada por Podemos, la apertura real de su campaña hacia las elecciones generales, con parada en las municipales y autonómicas de mayo.

A favor o en contra, con miedo o con esperanza, preocupados, indignados o conformes, bajos, altos o medianos, liberales, socialdemócratas, de centro o ultras… Nadie que yo conozca o haya seguido en los medios de comunicación y en las redes sociales se ha sustraído a opinar sobre la cita que ha abierto todas las portadas e informativos, menos el de todos los españoles, el de TVE.


Estamos aquí para quedarnos era el mensaje que la formación de Pablo Iglesias trata de meter en las cabezas de todos los españoles. Que están aquí es evidente, que vayan a quedarse dependerá de sus actuaciones y de que prediquen con el ejemplo cuando les toca dar trigo y explicar facturas.

Pero lo cierto, es que la marea morada va en serio y camino de consolidarse en algo más que una inflamación social coyuntural y producto de la crisis. Nada que no haya pasado en otros países por circunstancias similares o equiparables. Ahí están Francia, Italia, Inglaterra y, muy especialmente Grecia, donde Syriza, surgido como reacción ciudadana a la crisis y a las soluciones de los grandes partidos griegos ha pasado de posibilidad a hechos llegando al Gobierno, ya veremos con qué consecuencias. 

Grecia es hoy el laboratorio de Europa y en España se la vigila más de cerca que en ningún sitio. No en vano nos asomamos a cinco procesos electorales en solo un año. 

En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen se pasea en las encuestas como favorita a ganar unas elecciones generales. En Francia, sí, la cuna de la “gauche divine” y de las revoluciones de izquierdas, la patria de la Revolución Francesa y Mayo del 68.

En Inglaterra UKIP aún no gana, pero da un susto. Y ya veremos hasta dónde condiciona los mensajes de conservadores y laboristas.

Los mercados se han pasado apretando las tuercas y los ciudadanos han dicho basta y está por verse hasta dónde son capaces de llegar con su hartazgo. Y también nos queda por descubir qué hay detrás de las formaciones políticas que mejor lo han recogido, todas de nuevo cuño. Hay que ver aún si solo hay un recipiente para el cabreo o un programa con posibilidades de ser aplicable y mejorar las cosas para las clases medias y bajas.

En fin, que el fin del bipartidismo está cantado para las próximas, pero el daño final para sus protagonistas dependerá de lo que hagan a corto plazo. Hasta ahora, poco y mal a tenor de los resultados que cosechan.

Hace mucho que avisan las encuestas. Y la calle, no en manifestaciones, pero está claro que la mayoría silenciosa no estaba conforme ni resignada. Bastaba con escuchar en la oficina, en la calle o en el bar cómo sufría el pueblo, cómo pensaba y cómo las clases medias, sostén del bipartismo, iban abonándose al «todos son iguales».

PP y PSOE buscan ahora el perdón esgrimiendo sus logros, unos económicos y otros sociales. Claro que han hecho cosas y los españoles lo saben; por eso les votaban, pero los excesos, la corrupción y su indisimulado compadreo con las élites empresariales y financieras que tan poco tienen que ver con las clases medias, que sostienen a estos partidos desde la Transición, han hecho que la balanza se incline en su contra para millones de sus antiguos votantes.

Unos, por desesperados, han llegado a la conclusión de que no tienen nada que perder; otros, cansados y muy enfadados por lo que ven, proclaman eso de «para que me engañen los de siempre que me engañen los nuevos, a los otros ya no les creo nada». Al grupo su suman algunos que nunca creyeron en nada y hoy se dan por aludidos… Las razones por las que muchos españoles se han echado en manos de Podemos son diversas, pero la mayoría con un origen común, el hastío del bipartidismo por sus errores y malos comportamientos.

En cualquier caso, no le bastará con eso al partido de Pablo Iglesias para ganar. Quizás sí para dar un susto, pero para gobernar España habrán de aportar soluciones que hagan creíble su declaración de buenas intenciones. Y tendrán que demostrar que están dispuestos a ponerse la lupa que colocan sobre los demás. Eso de que el que pregunta lo incómodo es que está en contra es un mensaje peligroso y, por cierto, repetido hasta la saciedad por esos que llaman casta cuando tras saltar algunos escándalos de corrupción su única reacción era eso de “una conspiración” contra el partido afectado.

Si el que la hace la paga y lo paga, como se esfuerzan todos en decir ahora, los grandes tendrán que asumir que habrá castigo y que minimizar sus tamaño para que no les vaya la vida en ello exige algo más que videos vainilla en el caso del PP o peleas evidentes por lo poco que les queda de poder en el PSOE.

Es verdad que aún queda mucho partido, pero lo cierto es que, como ya he escrito, hoy la política es un matrimonio de tres. Aún es pronto para ganar la Liga, pero la cabeza de la clasificación se amplía y ya no cuentan solo Madrid y Barça. Ni unos, ni otros, ni los aspirantes pueden dar nada por ganado. Ni por perdido. El resultado variará en función de que acierten con sus respuestas que, sobre todo, tienen que ser creíbles y para eso las palabras tienen que venir acompañadas de hechos. En todos los casos.

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