Cerca de 30 afganos llegaron hace tres años al Centro de Refugiados que Accem gestiona en Sigüenza (Guadalajara) desde hace tres décadas, referente a nivel regional y nacional, desde donde, tras el impacto y miedo inicial, iniciaron una nueva vida, muchos de ellos asentados en la comarca tres años después de la invasión talibán en este país, que provocó su huida.
España acoge actualmente a 3.731 refugiados afganos, según datos de Accem, mientras que esta ONG ha atendido a 1.269 usuarios procedentes de este país desde agosto de 2021.
«Todos ellos llegaron en situación de protección internacional y, en este tiempo, algunos han logrado traer a su mujer o hermanas y otros están en ello porque la salida es difícil», cuenta a EFE Ana Belén Sanz, responsable de Accem Sigüenza, quien ha seguido su proceso a lo largo de este tiempo.
Sanz afirma que la reagrupación familiar, en este caso, no es costosa legalmente, pero incide en los problemas y riesgos de salir físicamente de Afganistán. «La situación dificulta mucho este proceso. A veces es a través de terceros países y no de las formas más ortodoxas porque muchas de estas personas, especialmente mujeres, están perseguidas y corre riesgo su vida», añade.
De los afganos que recalaron en Sigüenza, algunos lo hicieron a través de la operación ‘Antígona’, impulsada por el Gobierno de España, pero otros «salieron como pudieron», dice. Entre ellos, familias con hijos menores y también hombres solos, «muchos con profesiones liberales, como abogados o periodistas, que estaban perseguidos».
Recuerda el caso de un menor que «prácticamente salió solo» y «llegó totalmente desorientado». «Alguien que le conocía, por un afán de salvarlo, lo metió en uno de estos aviones y no sabía ni dónde estaba, ni dónde iba», relata la responsable de Accem, quien agrega que se encontraba «en un momento de shock, que fue bastante común, porque los periplos para llegar a esos aviones fueron horribles».
Ayuda emocional y psicológica
En Accem Sigüenza recibieron inicialmente ayuda emocional y psicológica dentro del programa de acompañamiento que esta ONG realiza y que tiene como objetivo que estas personas tengan una nueva oportunidad y una vida autónoma.
Las situaciones fueron «muy diversas». Algunos tenían contactos en otros países y se marcharon para continuar su vida, ya que «en España no hay una gran red de personas afganas», lo que hace que tiendan a la reunificación familiar en otras zonas de Europa, explica Sanz, quien señala que otros se quedaron en Sigüenza.
«Por un lado, hay que preparar a esas personas en el contexto en el que estamos. Nuestra ciudad, comunidad autónoma, país… y que vayan conociendo la lengua, pero también cuestiones que conforman la manera de gestionarse y vivir». El choque cultural es «importante», reconoce la responsable de Accem, si bien, asegura que “al final tiene mucho que ver con la persona, su capacidad de resiliencia y de situarse y conectar con la nueva realidad».
Sostiene que el entorno es clave: «Siempre la integración se produce en lo próximo», en el ámbito laboral, el colegio de los niños, con los vecinos… Y, en este sentido, las zonas rurales, en general, «son mucho más amables» y Sigüenza es «ejemplo de acogida».
En el caso de familias con niños, lo primero es su escolarización, para facilitarles el aprendizaje del idioma y luego continuar su formación. En los adultos es similar, pues lo esencial también es que dominen el idioma.
Para ello, se les ofrecen cursos de formación, ya que desde el área de empleo en Accem se hace un análisis de competencias de cada uno, no tanto de titulaciones, puesto que «los procesos de homologación son largos». En este punto, precisa que muchos de los afganos que llegaron a esta localidad contaban con formación superior.
Empleados en hostelería, instalaciones fotovoltaicas o con teletrabajo
Agrega que, a día de hoy, hay una familia que trabaja de manera telemática desde un pueblo de la zona y otros perfiles, hombres solos y relativamente jóvenes que, pese a no vivir ya en la zona, cada verano recalan allí.
Es el caso de un joven que empezó en el ámbito de la hostelería y luego se marchó a Levante y de otro que se formó y empezó a trabajar en la instalación de placas solares.
Ambos mantienen vivienda en Sigüenza porque «siguen teniendo vínculo aquí. Somos como su pueblo de vacaciones y cuando vienen se acercan a vernos», comenta la responsable de Accem, quien destaca la fortaleza de estas personas para emprender una nueva vida tras verse obligados a salir de su país con «una mochila de miedos, que en muchos casos persisten, porque todos tienen familia y amigos allí».