(Texto: Mario Peñalver).
Andrés Iniesta (11 de mayo de 1984, Fuentealbilla, Albacete), uno de los hijos predilectos del deporte español, dice adiós. Cuelga las botas. Después de 22 años de periplo por Europa y Asia traducidos en más de 1.000 encuentros oficiales disputados, deja un legado monumental que jamás caerá al baúl de los recuerdos. Siempre presente, al igual que su dorsal asiduo: un número ‘8’ que solo con voltearlo ligeramente muta al infinito, término que irá ligado a él cada vez que se le nombre. Ya convive, junto a un pequeño ramillete de jugadores más, en el Olimpo futbolístico.
Currículum repleto
Con un currículum imperioso que data de 38 títulos, el castellanomanchego ha logrado dejar una excelsa impronta en todas las entidades por las que ha desfilado. Todo un ídolo en España y en cada uno de los rincones del planeta, tal y como ha quedado corroborado durante su estancia tierras asiáticas (Vissel Kobe y Emirates Club) a partir de 2018, momento en el que optó por poner punto y final en el FC Barcelona, el club en el que se moldeó la leyenda.
Ese mismo año, aunque unos meses más tarde, prácticamente a renglón seguido, Andrés se enfundó por última vez la elástica de ‘La Roja’. El epílogo… no fue nada halagüeño con el héroe del Mundial de 2010, puesto que la retirada de la selección llegó tras la derrota cruel, y por penaltis, frente a la anfitriona Rusia en la Copa del Mundo. Una etapa gloriosa, con tres trofeos de enjundia en su haber, que en ningún caso se vio empañada por el trágico final.
La pelota cosida al pie
En un fútbol muy sofisticado en todos los sentidos, donde en muchas ocasiones el personaje se come a la persona, Iniesta, representante acérrimo de la humildad, el trabajo y la fidelidad, nunca entró en polémicas ni fueros externos. De ahí que saliera aplaudido de los variopintos estadios de Primera División. Y sí, el propio Santiago Bernabéu también le ovacionó pese a que llevaba encima la zamarra azulgrana. La pelota cosida al pie, mente fría y magia al volante. Templanza por los cuatro costados. Virtudes que convierten al albaceteño en una auténtica eminencia y excentricidad.
Esos valores, puramente impregnados desde edad prematura, los recibió en su casa, en Fuentealbilla, localidad que guarda un cariño inmenso a un paisano muy arraigado en la tierra en la que creció. Y, como no, maduró siendo un niño en el Albacete Balompié, donde dio sus primeras patadas a un balón. Recaló con ocho años en la entidad del Queso Mecánico, en edad benjamín, y a los doce ponía rumbo a Barcelona. Pero, a pesar de que no cumpliera ni un lustro allí, maravilló a mayores y noveles. Tenía madera.
Uno de sus padres futbolísticos, Víctor Manuel Hernández
Uno de sus padres futbolísticos, Víctor Manuel Hernández (entrenó a Andrés durante un año y medio en la cantera albacetista), declara a ENCLM que «las cosas que hacía sobre el terreno de juego no eran normales para su edad». Destaca «ese saber estar en cualquier situación del partido». Preguntado por algún consejo de entrenador a jugador, este señala varios: «Recuerdo que le decía que fuera humilde, buen compañero y que disfrutara del futbol». Dicho y hecho. Agrega que «no hay adjetivos para describir lo que era Iniesta como persona y como jugador. Sin duda, un fuera de serie».
Mediante el torneo de Brunete, que le sirvió a catapulta, comenzaron a llegarle cantos de sirena procedentes de clubes de tronío del panorama nacional. Andrés, toda vez que lo sopesó con el núcleo familiar, puso los cinco sentidos sobre el FC Barcelona. La Masía, una máquina generadora de talento y que tanto ha nutrido al primer equipo culé, le recibió con los brazos abiertos cuando solo contaba con 12 primaveras, a sabiendas de que de ahí podría surgir una estrella. El ojo clínico de algunos… surtió efecto a la postre.
Un comienzo delicado
Los inicios nunca fueron sencillos. 464,4 kilómetros separan a Fuentealbilla de Barcelona, una distancia abismal que causó estragos en la vida del joven Iniesta, siendo así uno de los momentos más complicados de su vida. Vivía pegado al balón, pero alejado de la familia. Jorge Troiteiro recibe la llamada de encastillalamancha.es a escasos minutos de despegar hacia Barcelona, rumbo al acto de despedida del castellanomanchego, con quien compartió espacio en la fábrica culé. Acerca de la llegada de ambos a la Ciudad Condal con apenas 12 años, asevera: «Los primeros meses fueron duros porque estábamos lejos de nuestras casas. Llorábamos mucho, pero nos fuimos adaptando. Nos cuidaba muy bien todo el mundo (Puyol, Arteta, Valdés…). Éramos los enanos de La Masía».
Jorge, una persona imprescindible para Iniesta en esos momentos complicados, reconoce que «por entonces ya se le veían condiciones muy buenas. Era un chico diferente, hacía todo muy sencillo y se notaba que iba a ser un gran futbolista. Con los años se ha visto lo que ha conseguido, hasta convertirse en una leyenda mundial».
A Louis Van Gaal, un talento de estas dimensiones incalculables, no se le escapó. Así las cosas, le hizo debutar con el primer equipo en octubre de 2002. Enfrente, el Brujas en Champions. No le tembló el pulso. Dio paso a un jugador que en el ecosistema del glorioso Barça de Guardiola manejó la medular a su antojo, secundado por Busquets y Xavi. Hoy en día, el aficionado barcelonista, cuando escucha el nombre de Andrés Iniesta, se traslada en ‘cuerpo y alma’ hasta Londres: al famoso ‘Iniestazo’ ante el Chelsea.
La coronación mundialista
Si en Stamford Bridge tocó el cielo, lo acaecido en Sudáfrica, en la final del Mundial, alcanza el espacio exterior. 11 de julio de 2010, toda España enganchada al televisor y, ya adentrada la noche, a eso de las 22.55 horas, al albaceteño se le ocurre dibujar un latigazo colosal para anotar el único y definitivo tanto de la final ante Países Bajos. 0-1, en la prórroga, y primera estrella para ‘La Roja’. Alfredo Relaño, periodista deportivo con una dilatada carrera y actual Presidente de Honor del Diario AS, estaba aquel día en el lugar de los hechos, en un Soccer City de Johannesburgo que entró en éxtasis.
Alfredo, que atiende a ENCLM, rememora aquel gol histórico: «La jugada, en verdad, fue mala. Una subida a lo loco de Navas por la derecha, unos cuantos rebotes y, cuando el balón le llegó a Iniesta, se paró el tiempo. Estaba en el callejón del ocho y le pegó de maravilla. Luego, el recuerdo a su amigo fallecido Dani Jarque, la celebración, el semblante de Vicente del Bosque… Inolvidable. Me parecía muy justo, tenía miedo de que un partido así terminara en penaltis, algo que hubiera sido un desastre».
El de Fuentealbilla, en palabras de Relaño, «estuvo muy bien durante todo el campeonato y venía de un año malo entre la lesión y la depresión». Añade que «tuvo mucha paciencia para aguantar todas las patadas e hizo, como siempre, una buena pareja junto a Xavi. Esa pareja era como la fórmula de la Coca-Cola de aquel equipo, y del Barça. Estuvo formidable». Concluye un Alfredo Relaño que confiesa que nunca se había imaginado a la selección española ganando un Mundial hasta la Eurocopa de 2008.
Piedra angular en las Eurocopas
El historial de Andrés con el combinado nacional se alimenta, además, de las dos Eurocopas cosechadas en 2008 y 2012. Un paréntesis de absoluta tiranía mundial que abrió Luis Aragonés y cerró Vicente del Bosque. En sendos trofeos europeos el centrocampista castellanomanchego dejó impronta. Miguel Ángel Lara, redactor de MARCA, muestra, en esta casa, la importancia que tuvo el de Albacete en ambos entorchados europeos: «Ya en 2008 en la idea de Luis Aragonés era muy importante, y tenía mucha fe en él. El papel de Andrés es clave para entender cómo jugó aquella España. No marca en esa Euro, pero es un futbolista esencial. Sobre todo, se dispara en la de 2012, ahí Iniesta tiene todo el peso en un equipo hecho de centrocampistas. La foto icónica de los italianos rodeándolo lo dice todo. Hizo un torneo mayúsculo».
Doce años defendiendo la camiseta española (en total, 131 partidos disputados, 14 dianas y una gran colección de asistencias) dan para mucho. Lara, uno de los periodistas más cercanos a la selección, cree que «no hay que fijarse solo en el gol que marca en Johannesburgo, ya que Iniesta es una idea de juego que le convierte, en definitiva, en un pilar fundamental».
Final exótico
Después de tantas campañas en primera línea de batalla, en la cresta de la ola, tanto en el Barça como en ‘La Roja’, Iniesta escogió la opción que está a la orden del día: la de probar el fútbol exótico. Cumplió la promesa de no marcharse a un club europeo que le pudiera enfrentar contra el conjunto azulgrana. Por consiguiente, estampó su firma en el Vissel Kobe, y tras seis cursos en la entidad japonesa se instaló en el Emirates Club, siendo así el último equipo que le ha visto calzarse las botas. Condición que deseaba, firmemente y a pies juntillas, el Albacete Balompié. La vuelta del hijo pródigo… no se ha producido, pero la leyenda perdurará por siempre en las retinas