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viernes, 1 de noviembre de 2024
Artículo de opinión - 31 octubre 2024 - Toledo

 Discúlpenme por hablarles en primera persona, pero quiero comenzar diciendo que la hora escasa que viví ayer con motivo del homenaje a mi compañero y maestro Julián Bermúdez Balboa es de lo que no se me olvidará nunca. Y ello, por varios motivos que tendré ocasión de desgranar. En primer lugar, quiero agradecer la compañía y colaboración prestada por Manuel Daza Sánchez para formalizar y organizar este merecido reconocimiento a Julián, icono de la consecución de la jornada continuada escolar en la ciudad de Toledo extendida más tarde a la región.

Durante la colocación de las sillas en el centro cívico de Buenavista- lugar donde se desarrolló el acto – nos revoloteaba la pregunta de cuántas personas nos juntaríamos allí. Era una pura incógnita, pues no se había invitado a nadie de manera oficial. Colocamos 70 sillas, las mismas que fueron utilizadas habiendo algunas personas de pie.


Hay varios detalles que quiero destacar. En primer lugar, la puntualidad en el comienzo. Solo se comenzó cinco minutos más tarde del horario previsto. Y fue así, para que hubiera silencio en la sala. Pues no dejaba de entrar gente. Muy acertada la alocución de Sagrario Jumela, por aquel entonces presidenta de la Asociación de Padres de Alumnos del colegio público “Fábrica de Armas”. Fueron unas palabras muy emotivas y pronunciadas desde el cariño y respeto de haber tenido a sus hijos en las aulas de ese colegio.

Y de José Alberto, hijo del homenajeado, venido ex profeso desde Valencia para acompañar unas horas a sus padres. Virginia, su hermana y Carmen Calvo, esposa de Julián hecha un flan nada más entrar a la sala e incapaz de contener las lágrimas y la emoción. Declinó hablar por su estado emocional.

Padres y compañeros del colegio Fábrica de Armas

Bermúdez, con sus 84 tacos y aquejado de una cruel enfermedad balbuceó unas palabras asesorado y animado por su hijo José Alberto. Su alocución fue cortada por un estruendoso aplauso de la sala. Muchos de ellos compañeros y padres del colegio que dirigió durante muchos años.

Servidor tomó la palabra para reconocer el arrojo que en su día echó Julián; para agradecer y manifestar la solidaridad de muchos compañeros de muchos lugares de España que enviaron donativos para paliar la situación económica que se cernía sobre la familia de Julián al ser destituido y cesado por tres meses de empleo y sueldo; del duro enfrentamiento que supuso durante más de un curso el problema de la jornada continuada entre compañeros maestros y padres de la comunidad educativa. En fin, muy poco tiempo para describir algo ocurrido hace 28 años. La mayor parte de los compañeros presentes eran de aquella época. Lógico, algunos nuevos ignoran todos estos sucesos y creerán que esto vino rodado, como los cantos. Muchos ni siquiera se habrán parado a pensar cómo surgió. No faltó a la cita el compañero y exconsejero de Educación Ángel Felpeto y también estuvo el concejal de Educación Daniel Morcillo, también docente.

En definitiva, como se dice en términos jurídicos, el caso está cerrado para la posteridad. Se hizo justicia, se cumplió el anhelo de algunos compañeros que compartíamos la idea de que los reconocimientos y homenajes hay que hacerlos en vida. ¿Para qué quiere un difunto una medalla o placa con distinto blanco o rojo? El homenaje sirvió también para encontrarse con muchos compañeros que el tiempo y la distancia nos separaron en su día.

Carlos Martín-Fuertes, docente jubilado.

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