En junio de este año el grupo «Greco» de Alcohólicos Anónimos celebrará su 25 años. Se reúnen los lunes, miércoles y jueves a las 20:00 horas y los sábados a las 19:00 horas en el salón parroquial de la iglesia de Santa Teresa de Toledo, hasta donde en todo este tiempo han llegado numerosas personas para compartir su problema pero también, y lo que es más importante, para compartir la solución al mismo.
Recientemente el grupo celebró una reunión abierta, una de las varias que suelen llevar a cabo para darse a conocer a familiares, profesionales sanitarios, trabajadores sociales… y es que -tal y como indicaban María y Carlos, dos de los integrantes del grupo- «somos anónimos pero no secretos». No obstante, reconocen que la experiencia les ha demostrado que un cierto anonimato es bueno tanto para esta comunidad como para el ex alcohólico de forma individual, sobre todo, para aquel que está dando los primeros pasos. La respuesta a estas reuniones no puede ser mejor ya que, si bien nunca se promocionan, «los profesionales ven a Alcohólicos Anónimos como una alternativa».
El caso de Carlos fue como el de otras tantas personas a las que les cuesta darse cuenta de que tienen un problema. «Hacía deporte y no bebía diariamente pero veía que el alcohol me hacía sentir bien y esa relación me gustaba, algo que fue a más durante el servicio militar. Cuando eres joven este mal hábito no te impide continuar con tu vida normal. Sin embargo, ya con 27 años sentía que me afectaba de mayor manera y que incluso faltaba al trabajo, así hasta que acabé ingresado. El médico me dijo que mi problema era el alcohol. A partir de entonces estuve un tiempo sin beber pero cometí el error de pensar que estaba curado. Volví a beber y ya no pude parar hasta que de nuevo me tuvieron que ingresar». Fue de la mano del médico que conoció a Alcohólicos Anónimos y fue gracias a esta asociación que empezó a entener que tenía un problema serio y que necesitaba ayuda. Con la perspectiva que da el tiempo, ahora comprende que «si bien el alcohol sacaba lo mejor de mí, al final acaba sacando lo peor de una persona».
Alcohólicos Anónimos tuvo su comienzo en Akron, en Estados Unidos, en 1935, cuando un hombre de negocios de Nueva York, –Bill W.– que había conseguido permanecer sin beber por primera vez tras haberlo intentado en varias ocasiones durante varios años, buscó a otro alcohólico para compartir con él sus experiencias en un esfuerzo por superar un mal momento que estaba atravesando y que temía que lo llevase a una recaída. Durante los escasos meses de su recién adquirida sobriedad, este alcohólico de Nueva York había observado que sus deseos de beber disminuían cuando trataba de ayudar a otros «borrachos» a permanecer sobrios. Es precisamente esta la filosofía que mantiene y sostiene a esta organización en todo el mundo. «No estamos afiliados a nada, no pertenecemos a ninguna religión ni entidad, no recibimos dinero de nadie, nuestro objetivo es compartir nuestra fuerza y esperanza y nuestro mensaje, a aquellos que aún beben, de que se puede vivir sin alcohol», comentaba María. Precisamente «lo importante en Alcohólicos Anónimos es aprender a vivir sin beber», añadía Carlos y el único requisito para entrar es «el deseo de dejar de beber».
Cuentan con la ventaja de que, cada vez más, la sociedad es más consciente de la problemática que representa el consumo del alcohol y se aborda como lo que es, una enfermedad, lo que contribuye a acabar con el estigma que siempre han sufrido los afectados.