El Instituto Geográfico Nacional (IGN) registra entre 30 y 40 terremotos al día, pequeños movimientos de la tierra que, en la mayoría de los casos, son imperceptibles pero que sí son captados por las estaciones sismológicas que hay repartidas por toda la geografía española, como las localizadas en San Pablo de los Montes (Toledo), Torete (Guadalajara) y Tobarra (Albacete).
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Los recientes terremotos con epicentro en Ossa de Montiel (Albacete), el 23 de febrero, y Urda (Toledo), el 1 de abril, trajeron a la actualidad este fenómeno natural. No obstante, y a pesar de su coincidencia en el tiempo, el director del Observatorio Geofísico de Toledo, José Manuel Tordesillas, explicaba a Encastillalamancha.es que la región es una zona de sismicidad muy baja, «con terremotos pequeños y que se producen con una periodicidad muy grande». Concretaba que, en la comunidad, la sismicidad se centra, al ser una zona rocosa, en los Montes de Toledo y, por sus componentes volcánicos, en el área de Campo de Criptana.
Según los datos históricos que maneja el IGN, no es la primera vez que, como en febrero, Ossa de Montiel sufre un terremoto de intensidad V (la intensidad se establece a raíz de lo mucho o poco que se ha sentido el terremoto y oscila entre el nivel I -terremotos que ni se notan- hasta el nivel XII -cuando se llegan a destruir ciudades y pueblos enteros-). Ya en agosto de 1930 los vecinos sintieron cómo se movía la tierra con un temblor de la misma intensidad. Otro del que se tiene constancia, aunque de mucha menos intensidad, ocurrió en agosto de 1992.
A pesar de que el de Ossa de Montiel fue de intensidad relativamente importante, el hecho de que tuviese el epicentro a gran profundidad evitó que se produjesen daños. No tuvieron tanta suerte en Lorca (Murcia), donde una sacudida del mismo nivel, pero mucho más superficial, provocó nueve víctimas mortales en 2011.
En la provincia de Toledo, según el IGN (con terremotos catalogados a partir de 1370), nunca se había producido un terremoto significativo en Urda. Se tiene constancia de uno en 1899, de intensidad 2,3, y otro en 1988, de 1,7. Corral de Almaguer, Tembleque, El Romeral y La Guardia concentran la mayor parte de los movimientos sísmicos de la provincia, siendo los que hubo en Tembleque, en 2008, y en Mora, en 1755, -con una intensidad IV y V, respectivamente- los que más se han dejado sentir.
«Desde 1755 en Castilla-La Mancha se han producido entre 80 y 90 terremotos sentidos, posiblemente el que más, el de Ossa de Montiel del año 1930», contaba Tordesillas.
En el conjunto de España, la confluencia de las placas europea y africana hace que la zona sur sea más sensible a los terremotos. Así, la falla de Azores-Gibraltar provoca movimientos en la parte oeste, como el gran terremoto de 1755 que destruyó la capital portuguesa y que, debido al tsunami originado, causó la muerte de 2.000 personas en la costa española. En el sureste es la falla de Crevillente la que hace que Granada, Málaga y Murcia sean lugares activos sísmicamente hablando.
El último gran terremoto ocurrido en España fue el que en 1884 destruyó el pueblo de Arenas del Rey (Granada). En la historia también ha quedado grabada la destrucción del pueblo de Vera (Almería), en 1518, o el seísmo de Torrevieja (Alicante), en 1829, que hizo que tanto Torrevieja como Guardamar tuviesen que ser reedificadas.
DE CUANDO TOLEDO ERA EL CENTRO DE LA SISMOLOGÍA EN ESPAÑA
El Observatorio Geofísico de Toledo se creó en junio de 1909 como resultado del proyecto de organización del Servicio Nacional de Sismología diseñado en 1906 por el llamado Instituto Geográfico y Estadístico. Sus primeros equipos de sismología se instalaron en 1909 en los sótanos de la Diputación Provincial (a finales del siglo XIX se crean los primeros instrumentos de medición; antes de esta fecha solo se podía conocer la intensidad de los terremotos, esto es, hasta qué nivel se notaban). En 1933 la instrumentación es trasladada a su nueva ubicación en las afueras de Toledo, en la carretera de Ávila, llamándose inicialmente Observatorio de Buenavista por el topónimo de la finca donde se construyó.
Antiguamente -hasta los años 80- el de Toledo era el observatorio central en España. Los datos que se registraban en otros eran enviados al de la ciudad para, aquí, analizarlos y establecer con precisión dónde había sido el epicentro, qué intensidad había tenido el terremoto…
Es en los años 80 cuando se crea la Red Sísmica Nacional. Los primeros observatorios, construidos a las afueras de las ciudades, acaban siendo engullidos por éstas debido al desarrollo urbanístico. Es necesario crear estaciones en lugares alejados en los que el ruido y la contaminación no afecten a las mediciones. Así es como -al igual que ocurre en otros lugares del país- los instrumentos de medición de Toledo se trasladan a la estación de San Pablo de los Montes. Estas estaciones -repartidas por toda España- son las que pasan a formar parte de la Red Sísmica Nacional.
Desde el año 2000 las estaciones sísmicas ya cuentan con un equipo de transmisión digital. De esta forma, cuando ocurre un terremoto, instantáneamente una antena parabólica envía los datos a Madrid, donde se reciben en tiempo real. Aquí, un software hace los primeros cálculos y establece, también al instante, las carácterísticas del terremoto (epicentro, intensidad, profundidad, magnitud…). Después, los técnicos lo supervisan y hacen una segunda lectura más detallada y concreta. Esa información es la que se envía a Protección Civil y a los observatorios geofísicos cercanos al lugar donde se ha producido. Si el movimiento ha sido importante, el protocolo establece la creación de un gabinete de crisis.
Los avances tecnológicos han hecho posible que se conozcan inmediatamente cómo ha sido el terremoto. Sin embargo, no hace tanto tiempo -explica el director del observatorio de Toledo-, «cuando no existían todos estos equipos tan avanzados, el instrumental de entonces registaba el movimiento de la tierra y luego se enviaban cartas a los ayuntamientos para conocer en qué grado lo habían sentido y determinar la intensidad. A veces, cómo había mucha gente que no sabía ni leer ni escribir, era el maestro del pueblo el que se encargaba de responder la carta». Por aquel entonces los observatorios precisaban de mucha mano de obra, tanto que, por ejemplo, «en las instalaciones del de Toledo vivían 10 familias que se ocupaban de su funcionamiento» y que incluso tenían su propia ermita que aún se conserva.
Actualmente el Observatorio Geofísico de Toledo se ha convertido en el archivo nacional en el que se guardan los datos sobre terremotos. «El resto de observatorios nacionales están desapareciendo y el de Toledo es de los pocos que se mantiene», comenta su director. Hasta la capital regional están llegando de todas partes del país las antiguas bandas de papel en las que quedaban reflejados los movimientos sísmicos, una documentación -en concreto más de un millón de registros- que está siendo centralizada y digitalizada y que tiene mucha importancia a la hora de establecer las normas de construcción de los edificios.
En estas mismas dependencias del archivo, un interesante museo cuenta, a través de instrumentos de medición, la historia de la sismología y la historia de este y de otros observatorios, un museo que se puede visitar con cita previa.