Decía Otto Von Bismarck que los tres momentos en los que más se miente en la vida son durante la guerra, después de una cacería y antes de las elecciones. Aún coincidiendo con el “canciller de hierro” en que la mentira, a bordo de la propaganda, es una constante en procesos electorales, no sería justo dejar ese afán de negación u ocultamiento de la verdad solo a los políticos. Ni mienten todos, ni son los únicos que mienten.
Empezando por el principio, hay que recordar en primer lugar qué es una mentira. Ni más ni menos que una “expresión contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”, en la acepción de la Real Academia de la Lengua que viene al caso.
Vayamos por partes.
En campaña electoral la verdad es más difícil de encontrar, aunque como les decía más arriba, no es justo sentenciar que todos los políticos mienten o que solo ellos lo hacen en épocas como ésta. En ese sentido, les recomiendo -si me lo permiten- que como ciudadanos afronten la campaña que está a punto de empezar y que conducirá a las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo con espíritu crítico y preguntón.
No se crean todo lo que oyen de los políticos, pero tampoco se crean todo lo que les cuenten los periodistas o los representantes de rimbombantes asociaciones y colectivos. Por dinero, por miedo, por intereses o simplemente por sectarismo muchos se apuntan a decir en estos momentos lo que aparentemente más conviene o lo menos dañino a corto plazo. En estas fechas mienten hasta algunos fabricantes de encuestas. Solo así se entiende la disparidad entre unas y otras.
A veces no se trata de una mentira como tal. No es que uno o varios digan algo contrario a lo que saben, creen o piensan, sino que se acude a medias verdades, se ocultan datos o se exageran, según los casos; se eluden análisis y contrastes imprescindibles para llegar a la verdad… En fin, tomen precauciones ante lo que leen, lo que oyen y lo que ven. Lo diga quien lo diga.
Acérquense a la información en este espacio de tiempo preelectoral con sentido crítico y preguntón. Siempre han (hemos) de hacerlo, pero ahora más, porque cuando los políticos se ponen nerviosos todo se sale de medida.
En cualquier caso, como dijo David Lloyd George, «las elecciones, a veces, son la venganza del ciudadano» y la papeleta una especie de «puñal de papel» que éste clava en sus representantes cuando descubren que les ha mentido o simplemente defraudado.
Entre Bismarck y Lloyd anda el juego. Atentos a las mentiras, pero recuerden que en esta batalla el arma más peligrosa, que es el voto, la tienen ustedes, los ciudadanos. Lo más deseado y lo más temido es el voto. No lo olviden.