Tal como él mismo venía anunciando desde que ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en noviembre pasado, Donald Trump ha entrado en la Presidencia del país más poderoso del mundo como elefante en una cacharrería: destrozando casi todo. Nada más jurar su cargo, sin esperar siquiera a llegar a su residencia oficial en la Casa Blanca, en el mismo estadio donde se había celebrado la ceremonia de juramento firmó casi un centenar de decretos con los que anuló numerosas decisiones adoptadas por su predecesor, Joe Biden, sobre inmigración, cambio climático, diversidad, energía y otros asuntos.
El espectáculo que ofreció fue populista, extravagante y bochornoso, excepto para sus muchos seguidores. Uno de esos espectáculos que son típicos de Estados Unidos pero que producen vergüenza ajena en otras zonas del planeta. Trump juró su cargo en el Capitolio y, a continuación, se trasladó al estadio cubierto desde el que miles de votantes habían seguido su toma de posesión a través de pantallas. Había hecho que instalaran allí un escritorio en el escenario, llegó, se sentó y comenzó a firmar decretos que anulaban decisiones del anterior Gobierno, al mismo tiempo que respondía algunas preguntas de los periodistas en una peculiar rueda de prensa y mientras un presentador iba explicando lo que firmaba.
Un espectáculo difícil de imaginar en la Unión Europea
¿Qué se habría dicho en España o en cualquier país de la Unión Europea si, tras unas elecciones, el nuevo presidente actuara de esa manera y anulara normas decisiones del Gobierno anterior sin la intervención del nuevo Ejecutivo ni del Parlamento? Es difícil imaginar que eso pudiera producirse en estas tierras, pero es lo que ha ocurrido en una de las consideradas, en teoría, mejores y con más libertad democracias. Solo en teoría, claro.
Pero esa actuación de Trump no solo ha sido un espectáculo, que también, sino un aviso al resto de los países, que miran con intranquilidad y preocupación hacia él y los multimillonarios que le rodean y apoyan, a quienes Pedro Sánchez ha llamado «la tecnocasta». Entre ellos está Elon Musk, el hombre más rico del mundo, un empresario dueño de la plataforma tecnológica X (antes Twitter), la automovilística Tesla, Open AI y otras empresas: Trump le ha incluido en su Gobierno como hombre de su máxima confianza y responsable de un nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental.
Entre las decisiones firmó Trump nada más jurar el cargo figuran estas: sacó a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Acuerdo de París frente a la crisis climática; indultó a los más de 1.500 seguidores que asaltaron el Capitolio cuando él se negó a aceptar que había perdido las elecciones hace cuatro años, que cumplían elevadas condenas en la cárcel; congeló la contratacion de nuevos funcionarios y suprimió el teletrabajo para los empleados federales; eliminó las ayudas a los programas de apoyo a la diversidad, la igualdad y la inclusión; eliminó el derecho de los nacidos en Estados Unidos hijos de padres inmigrantes sin documentación a ser reconocidos como ciudadanos estadounidenses, etcétera, etcétera, etcétera.
Amenazas territoriales y comerciales
Además, Donald Trump reiteró que tiene la intención de declarar la emergencia nacional en la frontera con México para enviar allí tropas a frenar la inmigración ilegal; que quiere comprar a Dinamarca la isla más grande del mundo, Groenlandia; que va a recuperar el control del Canal de Panamá; que se propone renombrar el Golfo de México como Golfo de América, y para todo ello no descarta el uso de la fuerza, si fuera necesario. También ha anunciado que exigirá altísimos aranceles a varios países por la compra de bienes a Estados Unidos.
Semejante torrente de decisiones que eliminan o limitan derechos y libertades ha provocado innumerables reacciones en contra por parte de muchos gobiernos, organizaciones internacionales, partidos políticos… Incluso 22 estados de Estados Unidos y distintas organizaciones de defensa de los derechos civiles de ese país presentaron a las pocas horas denuncias en los tribunales, para intentar frenar algunas decisiones de las que firmó Donald Trump.
El mundo mira con preocupación esta segunda etapa de Donald Trump en la Presidencia de EEUU. Algunos gobernantes, dirigentes políticos y partidos se han pronunciado rotundamente contra las medidas que ha aprobado y otros lo han hecho con más prudencia, debido a la necesidad de mantener buenas relaciones diplomáticas y comerciales entre los países, pero nadie oculta su preocupación.
Y es que existen motivos más que sobrados para estar preocupados, porque pocas veces un refrán o dicho coloquial se hace realidad de manera tan exacta como ahora: Donald Trump ha entrado en la Presidencia de Estados Unidos como un elefante en una cacharrería. Habrá que ver si entre la Justicia, las buenas artes de la diplomacia de otros países y la necesidad de tener relaciones comerciales frenan su ímpetu arrollador y salvan algunos cacharros de los que quiere hacer añicos.