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18/06/2015junio 8th, 2017
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Tres intentos, tres gobiernos. Emiliano García-Page se ha presentado en tres ocasiones a las elecciones y en las tres ha salido de las urnas gobernando, dos gracias a pactos y una ganándolas; siempre desalojando al PP del poder.

Primero fue en Toledo y ahora lo ha sido en Castilla-La Mancha, en ambos casos perdió por la mínima, pero pudo pactar con IU para la Alcaldía de Toledo en 2007 y seguramente ahora también para presidir la Junta. Es un error en política despreciar al rival, pero que el PP lo haya hecho con Page, después de los «disgustos» electorales que les había dado en Toledo, resulta casi incomprensible, además de un fallo que ha resultado ser fatal para los intereses “populares”.


La propaganda «popular» ha pintado a Page estos cuatro años como un político insignificante en el organigrama nacional socialista, radical en sus planteamientos y sin ninguna posibilidad de gobernar, dado que le pronosticaban una cosecha de votos más cercana al 20 por 100 que al 40, que es la que ha obtenido en la práctica: un 36 por 100, un punto menos que el PP.

Cada partido es libre de fabricar su propaganda como guste, aunque las urnas dan suficientes lecciones de lo que funciona y lo que no. Y creerse la literatura oficial y dejar que ésta condicione las decisiones suele ser un error de dramáticas consecuencias, un fallo que el PP ha cometido y que va a pagar saliendo del Gobierno de Castilla-La Mancha, pese a haber ganado las elecciones, porque los pactos existen, son democráticos y constitucionales.

El PP tardó 28 años en llegar al poder en CLM y lo ha perdido en solo cuatro, dejándose por el camino 151.000 votos en una legislatura. Son datos suficientemente explícitos como para que se saquen conclusiones y se replanteen estrategias, si dirigirse a los ciudadanos cada día no exige algo más que repetir sin cesar eso de “Page, el coletas de Castilla-La Mancha». Su futuro y el tiempo que tarden en regresar al poder depende de lo que tarden en comprender las lecciones del 24-M.

El PSOE también se ha dejado por el camino un importante apoyo, 111.000 votos en cuatro años, pero ha resistido lo suficiente para poder gobernar y eso solo era posible con un candidato, Page. Con las mismas circunstancias, pero con cualquier otro cartel, el PSOE no gobernaría los próximos cuatro años, como parece que así va a ser gracias a un pacto con Podemos que está a punto de cerrarse, según las partes.

A Page las urnas siempre le han sonreído con un gobierno, pero le han negado la mayoría absoluta en todas las ocasiones. El líder socialista no sabe lo que es dirigir sin tener que pactar y negociar continuamente. Ahora, si finalmente llega a la presidencia, todo lo aprendido en el Ayuntamiento de Toledo le será de una enorme utilidad y más necesario que nunca.

De todos los acuerdos en los que Page ha sostenido su liderazgo, me da que el que va a cerrar con Podemos será el más complicado, porque los tiempos y las exigencias de los electores también lo son. No solo deberá convencer a Podemos, que está a su izquierda, de que es mejor que le apoyen cada presupuesto. También tiene que convencer al centro y a su derecha de que no peligra la estabilidad económica y social de la región y de que sigue siendo un hombre templado y un socialista moderado, al estilo de José Bono o Susana Díaz. En los sectores más centrados y, por supuesto, en la derecha hay miedo y mucha incertidumbre. Quizás Page podrá gobernar sin sus votos, pero no podrá hacerlo sin su participación en los asuntos de Castilla-La Mancha.

Estoy convencida de que Page no pretende disputarle la izquierda radical a Podemos, sino el centro derecha al PP y que desde el primer día mandará señales de ello. Y es que si quiere ser creíble como presidente de Castilla-La Mancha y empezar a sentar las bases para un resultado mejor dentro de cuatro años tendrá que esmerarse en sus primeros gestos y también en los nombramientos de su Gobierno.

El dirigente socialista da vueltas en su cabeza a muchos nombres con un principio general: que sean solventes para la tarea de gobierno, pero los solventes no sobran y mucho menos para dedicarse a la política. El nuevo presidente tendrá que acertar con todos, pero hay dos nombramientos con los que no se puede equivocar: Hacienda y Sanidad y Asuntos Sociales. Si atina, se habrá salvado. Si falla, se habrá llevado por delante una buena parte de la región y su carrera política en menos de dos años.

Con los antecedentes de la derrota socialista de 2011 y de la pérdida de la mayoría absoluta del PP en 2015 ha quedado muy claro el libro de estilo que los castellano-manchegos quieren de los gobernantes y lo que no están dispuestos a perdonar: la lejanía, la soberbia y la prepotencia. Y los últimos gobiernos cayeron en ellas, especialmente el último. “Les ha perdido la prepotencia” es la frase más repetida fuera del PP tras el 24-M, pero también se oye dentro, en las escalas básicas del partido.

Los socialistas que hoy llevan las riendas tienen muy claro dónde no pecar, desde los consejeros hasta los jefes de servicio. No habrá que esperar mucho para saber y testar si han aprendido la lección.

Mientras, en el PP el ambiente sigue siendo de noqueo, aún no se han repuesto, ni siquiera intelectualmente, de una derrota que no esperaban ni en sus peores sueños o, mejor dicho, de una amarga victoria que merma considerablemente el inmenso poder que han tenido en Castilla-La Mancha durante estos cuatro años. El run-run de que María Dolores de Cospedal desaparecerá del escenario castellano-manchego, como muy tarde después de las generales, y de que con ella pueden salir otros cuantos dirigentes más, enciende las alarmas de los cuadros medios y de los militantes, así como de los alcaldes que han sobrevivido.

Ahora escasean los sueldos y hay que hacer encajes de bolillos para mantener la dedicación de al menos los principales dirigentes. Apenas quedan disponibles 3 sueldos en las Cortes, más un senador autonómico y los gobiernos de tres diputaciones, si es que se mantienen Toledo y Guadalajara, que no está nada claro y que en algún caso parece más bien oscuro el panorama. Si el PP pierde estas parcelas de poder o alguna de ellas, muchos pronostican que empezará el ruido de sables y que las listas para las elecciones generales serán la primera gran batalla.

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