lunes, 25 de noviembre de 2024
A partir del 2 de julio 26/06/2015junio 8th, 2017

El Museo del Greco de Toledo expondrá al público, desde el día 2 de julio y hasta el 20 de septiembre, el óleo «El cardenal», pintado por Ignacio Zuloaga en 1912. Es una de las obras más interesantes y significativas del artista vasco en la que se observa con mayor claridad la influencia que ejerció en él la figura del Greco. El cuadro, prestado para la ocasión por el Museo de Bellas Artes de Bilbao, se enmarca en la sección «En la estela del Greco…, artistas invitados» que inició hace tiempo el museo para mostrar al público la influencia del arte del cretense en las vanguardias contemporáneas.

«El cardenal», cuadro de gran formato, muestra la nueva concepción del arte de Zuloaga tras sus estancias en tierras castellanas. A partir de ese momento, organizó sus retratos en dos planos carentes de atmósfera: en primer término, las figuras, y, en segundo, un fondo de carácter simbólico. En este lienzo, en el que es especialmente patente la herencia de la tradición pictórica española, Zuloaga sigue ese esquema constructivo y añade una visión del pueblo castellano de Sepúlveda. La figura de un joven sacerdote, que da al cuadro una estática intemporalidad, cita y reivindica la obra de El Greco.


Ignacio Zuloaga nació en Eibar (Guipuzkoa) en 1870 y murió en Madrid en 1945. Hijo de un damasquinador eibarrés perteneciente a una reconocida familia de artistas, trabajó en el taller familiar mientras se forjaba en el dibujo bajo las orientaciones de su padre. En Madrid conoció a los pintores antiguos españoles y en 1887 envío un cuadro a la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1888 viajó a Roma y en 1889 se instaló en París. En sus primeras obras parisinas se advierte la influencia de las tendencias más en boga en la época, como era el caso del realismo social.

Por el relato de su amigo Santiago Rusiñol, se conoce la pasión que desarrolló en París por el Greco. En 1891 expuso junto a Gauguin, Van Gogh, Toulouse-Lautrec y Bernard. El reconocimiento internacional a su pintura no dejó de crecer participando en numerosas exposiciones españolas y europeas, y recibiendo importantes premios y reconocimientos. Se convirtió en uno de los pintores más cotizados y respetados en ambos lados del Atlántico y fue requerido para realizar innumerables retratos de la aristocracia y la alta burguesía internacionales, a los que también aplicó, la escenografía cerrada y penumbrosa que fue característica principal de su estilo.

La evolución de la obra de Zuloaga, a partir de las iniciales influencias degasianas y simbolistas, sufrió un repliegue artístico. Tras los numerosos viajes por tierras españolas y, sobre todo, a raíz de la crisis en la que se sumió el país por la pérdida de las colonias en 1898, la obra de Zuloaga se inclinó hacia la pintura tradicional. Especialmente la del barroco español; El Greco, Ribera, Velázquez y Goya, dejando ver su huella en dibujo preciso y fuerte, de paleta oscura y grueso empaste, que se aficionó a los personajes castizos y a los resecos panoramas castellanos.

Si en la composición de los cuadros «franceses» puede encontrarse el influjo de la espontaneidad instantánea de la fotografía, en la pintura más avanzada se impuso un rigor compositivo teatral, de fuerte efectismo visual, y una descripción llena de énfasis literario con una clara inclinación tremendista, que sirvió para convertir a Zuloaga en el pintor por excelencia de la Generación del 98 y situarlo en el polo más comprometido con la mirada sobre lo español, desesperanzada, lóbrega y autocompasiva, de la citada generación.

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