César del Río
El aeropuerto de Ciudad Real. Cinco palabras que, dichas del tirón, te abren las carnes, después del destrozo causado durante los últimos años, el hazmerreír habitual de las informaciones periodísticas nacionales, e incluso más allende nuestras fronteras, cuando quieren mostrar con pelos y señales pero sin aviones lo que fue el bochorno del despilfarro a lo grande que en este país nos cubrió de gloria y de titulares cuando aquí todos tiraban del bolsillo ajeno pero bien que cuidaban del propio.
Coño, que si me llego a enterar a tiempo por 10.000 euros (podría haber ofrecido hasta 11.000 si me apuran, fíjense) casi que me lo quedo yo y lo meto entre los mejores recorridos turísticos del país. Un aeropuerto sin aviones, rezaría mi eslogan. O aterriza como buenamente puedas que espacio tienes de sobra. Venga…
Costó la friolera de 450 millones de euros, que a la desaparecida CCM le costó la C de Caja y casi que si nos descuidamos se llevan hasta la CM de Castilla-La Mancha y nos quedamos con aeropuerto pero sin región. Qué destrozo, oiga.
Bien, pues muchos años ha después todavía no he escuchado decir a ninguno de los que propiciaron tal despropósito decir eso de «la culpa es mía» o «qué error más grande cometimos». Nada de nada. Ni una disculpa a tiempo. Ni a destiempo. Uno, el político, se refugió en el Congreso; otro, el empresario, empaquetó su equipo de balonmano, lo metió en un avión (que no despegó del aeropuerto de Ciudad Real, desde luego) y se marchó en cuanto las elecciones le vinieron mal dadas; y el de más allá…
Por 10.000 euros. Con el consentimiento judicial. El marrón del aeropuerto que no tiene aviones y que no ha querido absolutamente nadie se vende finalmente por 10.000 euros. Si no fuera porque es verdad todavía estaríamos tirados en el suelo y partiéndonos de risa. Todos menos los acreedores, claro. Quienes no se explican nada. Como nadie.
Porque explicación lógica no tiene. Ni nos la van a dar. Al menos de momento. Es lo más parecido a un sainete que nos recorre las venas cada equis meses, cuando el aeropuerto vuelve a salir a subasta pública y nadie lo quiere. A no ser que sea por 10.000 euros, porque es que ni regalao… Si es que se ríen en nuestra cara…
¡Qué tropa!
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