Siempre han estado ahí, pero hay que verlas. Se trata de las «huellas» que dejan las rocas de las lagunas de la localidad toledana de Lillo, uno de los humedales de La Mancha toledana, y que descubrió un grupo de investigadores que se encontraba allí analizando otras cuestiones. El fenómeno es poco común, de hecho solo se ha registrado en la laguna seca del Valle de la Muerte en Estados Unidos, y ya ha despertado el interés de la comunidad científica.
Las piedras de las lagunas de Lillo (Toledo) se mueven y dejan huella. Este fenómeno, que solo se ha detectado sobre el fondo seco de un lago efímero del Valle de la Muerte en Estados Unidos, provoca que sobre el fondo seco de la laguna se observen trazas, a modo de surco, que van a morir a la altura de la misma piedra (como se observa en la imagen).
«En Estados Unidos se llegó a popularizar este fenómeno», comenta a Encastillalamancha Esther Sanz Montero, investigadora principal del proyecto del Ministerio de Economía, gracias al cual están estudiando por qué se produce esta situación. Esther explica que en el Valle de la Muerte suele registrarse en verano, lo que atrae al turismo para observar el movimiento de las piedras.
En diciembre de 2012, los geólogos de la Universidad Complutense de Madrid, entre los que se encontraba Esther, estaban en el municipio toledano tomando datos de otra investigación que llevaban a cabo cuando reconocieron numerosas trazas similares a las que se investigan en la laguna seca americana. En aquella ocasión, la traza finalizaba en una roca de tres kilos de peso, si bien han encontrado otras en la misma situación con un peso de hasta ocho kilos.
Las «huellas» muestran el espacio que recorren las rocas de manera zigzagueante y que puede llegar hasta 120 metros, pero ¿cómo es posible? En Estados Unidos apuestan por una teoría que le da especial valor al hielo, es decir, «las rocas son transportadas dentro de placas de hielo en las que quedarían englobadas al congelarse el agua de la laguna durante el invierno». Sin embargo, en Lillo no hay hielo, ¿entonces?
Las piedras de las lagunas de Lillo «se mueven en invierno». Se tiene que dar una serie de circunstancias como, por ejemplo, que se registren fuertes vientos, por eso se observa mejor después de una ciclogénesis explosiva, y que haya agua. Los científicos españoles apuestan por tapices microbianos como los que facilitan el movimiento de la roca, es decir, «colonias de bacterias, algas unicelulares y otros microorganismos que constituyen una fina capa viscosa de espesor milimétrico».
El grupo de investigadores ya ha solicitado de nuevo el proyecto para seguir trabajando en este tema ya que el actual finalizará en diciembre. Su deseo es grabar el fenómeno y continuar con su estudio. De momento, acaban de regresar de Estados Unidos donde han constatado que allí «hay rasgos muy parecidos a lo que sucede en Lillo».
En el pueblo, Juan Cañadas Juárez, técnico del Ayuntamiento, asegura que se están registrando algunas visitas preguntando por las lagunas sobre todo después de ser las protagonistas de uno de los programas de Cuarto Milenio. Si hay suerte puede que se vea alguna de las trazas del último invierno, porque las que más tiempo han durado lo han hecho por un año.